
El primero de enero de 1994 entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y en México las expectativas eran altísimas. El gobierno federal, liderado por el entonces presidente Carlos Salinas, aseguraba que dicho acuerdo abriría las puertas de nuestro país al primer mundo. Al final, el hecho que robó la atención de la prensa internacional y puso los ojos del mundo en México fue otro: el levantamiento en armas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
La imagen de indígenas armados tomando cabeceras municipales y en conflicto armado en contra del Ejército, liderados por un misterioso encapuchado que se hacía llamar “Subcomandante Insurgente Marcos” resultó mucho más impactante para los medios de comunicación alrededor del mundo que cualquier otra nota.
- Lea más: México: ordenan arresto del gobernador de Veracruz Javier Duarte por delincuencia organizada
- Lea más: Honduras y Perú firmarán tratado de libre comercio antes de finalizar el año
Ese día comenzó la historia; el EZLN había visto la luz dando un tremendo golpe mediático al gobierno en turno y llamando la atención de la opinión pública a las zonas más golpeadas por la violencia y con mayor índice de pobreza en el país.
Han pasado ya desde entonces más de veinte años y los resultados reales de la organización indigenista son apenas visibles; campañas mediáticas y políticas de muy mediano alcance han sido su única constante.
De disminuir la pobreza, el rezago educativo y la falta de oportunidades en las comunidades donde tienen presencia ni hablar, el sureste mexicano (región en la que la asociación tiene un mayor índice de incidencia), sigue siendo la zona con menos desarrollo y mayor rezago del país.
Como movimiento, el EZLN tomó relevancia internacional debido a lo radical de su discurso y a sus extravagantes formas. Activistas comunistas y socialistas de todo el mundo visitan la selva lacandona para documentar sus estilos de vida y la forma tan poética y solemne en que suelen presentar su ideario político. Fuera de esto, el diagnóstico organizacional para el EZLN es claro: sufren un debilitamiento severo consecuencia del estancamiento de su discurso y el desvanecimiento de su liderazgo moral.
En días pasados, a través de su sitio oficial, comunicaron que nuevamente buscarían figurar en la vida política del país mediante el nombramiento de un candidato a la presidencia del país en el proceso electoral que se llevará a cabo en el 2018. No se dieron nombres, pero se dejó en claro que su propuesta sería una persona de origen indígena y que, además, sería mujer.
Un duro golpe de la izquierda a la izquierda
A pesar de ser una organización abiertamente influenciada por el marxismo-leninismo y pertenecer al ala más colectivista del espectro político mexicano, la noticia de su participación, irónicamente, representa un duro golpe para el establishment de la izquierda mexicana.
Andrés Manuel López Obrador, como el líder político más importante de la izquierda hoy en día, ha generado tensiones con la organización al afirmar que ni ellos saben claramente que es lo que quieren. En respuesta el EZLN ha fijado una postura clara respecto al político presidente de MORENA: para ellos él no es más que otro político más, parte del sistema que tanto desean erradicar.
A AMLO le ha faltado oficio político para negociar, incluso con aquellos que comparten sus ideologías, y el EZLN ha dejado claro que no le interesa formar parte de su equipo.
Un candidato zapatista acapararía votos que otrora muy posiblemente serían para MORENA.
Fortalecimiento de la sociedad civil
Independientemente de posturas políticas e ideológicas, si hay algo que vale la pena celebrar del pronunciamiento del EZLN es que su postura actual es consecuencia de un fortalecimiento de la sociedad civil como opción viable para la participación política en el México de hoy.
Es verdad que aún queda un largo camino por recorrer; es innegable que la corrupción, la compra de votos, los acuerdos debajo de la mesa, el nepotismo y en general la falta de transparencia y honestidad siguen arraigadas en lo más profundo de las instituciones del país.
Sin embargo, desde que surgió el EZLN en 1994 al día de hoy ha habido progresos muy importantes en la vida política de México.
Hay un claro progreso en cuanto a libertades de expresión gracias a las nuevas tecnologías y al mayor acceso a la información, la alternancia que no se presentó durante más de setenta años y finalmente lo hizo en el año 2000 y la aparición de los candidatos independientes como una opción real de participación para aquellos que no nos sentimos identificados con las propuestas partidistas, son algunos síntomas innegables de mejora.
El nuevo contexto en el que vivimos permite que hoy el EZLN se vea forzado a optar por un camino institucional y democrático en lugar de la toma de armas y el asesinato de inocentes para satisfacer sus demandas, y eso es bueno.
La libertad es el único camino responsable
El EZLN no representará ninguna novedad para el espectro político mexicano. Su ideología socialista se basa en el trillado discurso populista del oprimido versus el explotador y en la división social basada en el supuesto enfrentamiento cultural que existe entre los burgueses y los obreros, o en este caso, los indígenas.
Su discurso, basado en el odio y el resentimiento, dista mucho de lo que un país necesita para salir adelante y avanzar en el camino de construcción de una sociedad libre y justa.
Es imposible que su historia no nos remita a los casos de las FARC en Colombia o la ETA en España en los que, una vez posicionados políticamente a base de violencia, obtienen para sí mismos grandes privilegios proporcionados por el Estado al que tanto decían combatir, siempre a costa de los ciudadanos.
“Desde abajo y a la izquierda y por un país anticapitalista” es la síntesis del ideario del EZLN… no me parece que sea una opción viable ni adecuada, pero bienvenidos a la contienda institucional siempre y cuando recordemos que como decía el gran pensador francés Bastiat hay dos principios que nunca se podrán conciliar: la libertad y la coacción.