
El próximo domingo 4 de diciembre, Italia celebra un referéndum con el que el primer ministro Matteo Renzi espera obtener la aprobación popular de su propuesta de reforma constitucional. Los cambios planteados son de gran calado, ya que reducen notablemente el peso del Senado con ánimo de abandonar el bicameralismo perfecto y de agilizar la tramitación de leyes.
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Renzi ha dicho que se retirará si no logra un resultado favorable en la votación de diciembre. De momento, las encuestas dejan en mal lugar al primer ministro. Y es que, entre quienes ya han decidido sus votos, el “no” se mueve en niveles de apoyo superiores al 52 %, mientras que el “sí” se queda en el entorno del 48 %.
Cierto es que la indecisión aún es alta, pero la no obligatoriedad del voto resta importancia a este punto, ya que muchos italianos que aún no han tomado partido podrían optar por quedarse en su casa.
Aunque el gobierno pretendía que este referéndum sirviese para mejorar los procesos políticos del país transalpino, lo cierto es que puede acabar convirtiéndose en el golpe definitivo a los partidos tradicionales. Evidentemente, la izquierda quedaría muy tocada… pero la situación de la derecha tampoco es para tirar cohetes, ya que la fuerte coalición que un día aupó Silvio Berlusconi está hoy fragmentada y hundida en las encuestas.
Y aquí es donde entra en juego el Movimiento 5 Estrellas. Impulsado por el cómico Beppe Grillo, se trata del enésimo partido de corte populista que sacude el establishment político de una democracia consolidada, en este caso Italia. Ya en las Elecciones Generales de 2013, el M5E fue el partido más votado, aunque la suma de las listas coaligadas a otras formaciones relegó a los de Grillo a la tercera posición.
En Bruselas, los europarlamentarios del Movimiento 5 Estrellas comparten posiciones con populistas escorados de derechas, como es el caso de los Demócratas Suecos o el UKIP británico. Pero los de Grillo también están cerca del populismo de izquierdas, como muestran numerosas votaciones en las que apoyan posiciones mantenidas también por Syriza (Grecia) o Podemos (España).
A unos y a otros les une su oposición al euro, su recelo ante el capitalismo y su desconfianza de las instituciones democráticas liberales. También comparten, como no, el tono demagógico y exaltado de sus propuestas.
Cierto es que la desastrosa gestión de Virginia Raggi al frente de la alcaldía de Roma está poniendo de manifiesto la incapacidad del M5E para cumplir sus promesas mágicas. Pese a todo, los sondeos publicados el pasado verano apuntan que, si cae el gobierno de Renzi y los italianos vuelven a las urnas, el Movimiento 5 Estrellas podría alcanzar el poder.
La primavera francesa
Mientras Italia enfrenta una compleja crisis política, Francia también camina hacia un punto de inflexión. El siete de mayo, la República gala celebra Elecciones Presidenciales con un François Hollande hundido en todas las encuestas.
La previsible debacle de quien quiera que sea el candidato socialista abrirá la puerta a una segunda ronda en la que podríamos ver al centro-derecha midiéndose con la derecha radical.
Y es que Marine Le Pen, la lideresa del Frente Nacional galo, no ha parado de sumar apoyos en los últimos años, fortaleciendo la base electoral de su partido con un discurso nacionalista que rechaza frontalmente la inmigración, la globalización y el capitalismo.
El ex primer ministro Alain Juppé y el expreidente Nicolas Sarkozy son los candidatos preferidos de los votantes de centro-derecha. Cualquiera de los dos obtendrá el triunfo ante Le Pen, ya que el miedo al Frente Nacional multiplicará los votos de los republicanos.
Pero, aún en la derrota, Marine Le Pen habrá consolidado en 2017 el avance de su partido, que viene ganando peso desde hace años. Hace dos años, en 2014, el Frente Nacional ganó doce alcaldías y 2.000 asientos en los Parlamentos locales.
Ese mismo año, el partido de Le Pen ganó las Elecciones Europeas y se convirtió en el partido galo con más representación en la Eurocámara. Y el pasado año, en 2015, el populismo nacionalista volvió a salir reforzado, esta vez convirtiéndose en una de las fuerzas más votadas en las elecciones regionales.
Le Pen abraza de manera abierta un discurso económico de corte estatista. De hecho, se muestra partidaria de la intervención masiva del Estado en ámbitos como el transporte, la industria, la banca o la energía. Si a esto se le suma el tradicional recelo de los votantes franceses ante las ideas del laissez faire, sin duda se puede decir que el auge de Marine Le Pen apuntala la deriva socialista de la República gala.
La era del populismo
Evidentemente, el auge de agrupaciones como el Movimiento 5 Estrellas o el Frente Nacional no es un hecho aislado. A lo largo de este año, participé en el desarrollo del Índice de Populismo, un proyecto del think tank sueco TIMBRO que fue coordinado por el politólogo Andreas Johansson Heinö.
Esta investigación concluyó que el peso electoral del populismo en Europa no ha parado de crecer en las últimas décadas. Por un lado, a raíz de la crisis económica de los últimos años, la extrema izquierda ha recuperado la fuerza política que había perdido con la caída del Muro de Berlín.
Por otro lado, en lo tocante a la extrema derecha, su porcentaje de voto no ha dejado de subir desde los años 80, un auge quizá silenciado por muchos medios de comunicación hasta que los acontecimientos se han precipitado y estos partidos han terminado convirtiéndose en actores clave de la política europea.
En América Latina, si bien la década pasada fue la del populismo bolivariano, lo que nos encontramos ahora ahora es que la caída de los precios del petróleo revela que los modelos económicos del chavismo son insostenibles sin una “burbuja” petrolera. Y ahora, como un péndulo que gira en otro sentido, el mismo continente que encumbró estas nuevas formas de populismo se está convirtiendo en un modelo a seguir a la hora de frenar el auge de estos movimientos.