Los mitos históricos son poderosas herramientas políticas. No es novedad. Tampoco hacerlos pasar por “científicos”. Y no se limita a la “ciencia histórica” del dogma religioso marxista, ni a la investigación histórica. Ejemplo perfecto de agenda política revistiendo de prestigio predecir “científicamente” infinidad de eventos catastróficos por décadas sin acertar ni una vez, es el entomólogo neomaltusiano Paul Ehrlich.
En el mítico paraíso de paz, tolerancia y avanzada cultura bajo la Ley musulmana en al Ándalus, confluyen un par de agendas políticas influyentes. La izquierda posmoderna adoptó la islamofilia, porque “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Y para revestir de prestigio científico ese mito recibió el Premio Princesa de Asturias a las Ciencias Sociales la prolífica escritora Karen Armstrong. El jurado señala como méritos “su rigor científico y tender puentes entre religiones”. La intención de tender puentes serían su mérito. De “rigor científico” nada. Armstrong afirma:
“La reconquista cristiana de los antiguos territorios de al-Andalus fue una catástrofe para los judíos (…) En el Estado musulmán, las tres religiones monoteístas (…) habían sido capaces de convivir en armonía durante más de seiscientos años. Los judíos, en particular, habían gozado de un renacimiento cultural y espiritual y no estaban sometidos a los ‘pogromos’ que constituían el sino de este pueblo en el resto de Europa”
Lo cierto es que los judíos estaban tan sometidos a la dimma como los cristianos. Y ya en 1066 se produjo en Granada un pogromo en el que la turba asesinó en un día más de 4 mil judíos. No eran eventos inusuales. Almohades y Almorávides asesinaban judíos impunemente. Maimónides y su familia debieron fingir su conversión al islam en 1148. Afirma Armtrong que cuando “Fernando e Isabel conquistaron Granada en 1492, heredaron una numerosa y nueva población judía en esa ciudad”. Pero en Granada no quedaban judíos. Las turbas de fanáticos se enseñoreaban en sus calles. Boabdil derrotado temiendo por su vida se vio obligado a pedir a los cristianos adelantar su entrada en la ciudad.
En Los orígenes del fundamentalismo Armstrong imagina creativamente esa entrada de los Reyes Católicos en Granada:
“Con profunda emoción, la multitud observaba el estandarte cristiano que se elevaba ceremoniosamente sobre los muros de la ciudad, mientras repicaban las campanas y se difundía la noticia por toda Europa, ya que Granada era el último bastión musulmán en la cristiandad. Las cruzadas contra el islam en Oriente habían fracasado pero, al menos, los musulmanes habían sido expulsados de Europa.”
En Granada no sonaron campanas porque no había iglesias. Ni sinagogas. Y Europa no se emocionó mucho, los turcos la habían conquistado hasta los Balcanes. Antes de la caída de Granada, los otomanos conquistaron Otranto entre 1480 y 1481 desplegando su brutalidad contra los cristianos italianos derrotados. En España la numerosa población de moriscos no sería expulsada hasta 1609.
Es cierto que la situación de los judíos en la España cristiana no era mucho mejor que bajo los musulmanes, y no mejoró con la contrarreforma. Para escapar de ello no escasearon conversiones reales y fingidas. Armstron se saca de la manga a judíos conversos de alto perfil sin soporte documental como elemento provocador. Juan Sánchez de Toledo fue un judío converso, y uno de los abuelos de Santa Teresa de Jesús. Darla por judía conversa, como hace Armstrong, es adoptar inadvertida y anacrónicamente la “raza judía” de las leyes de Nuremberg. Lo cierto es que en la España cristiana muy posterior a la reconquista de Granada, son o creen ser cristianos viejos el común de los labriegos.
Con Armstrong una interesante pero dudosa investigación literaria pasa por investigación histórica “rigurosa”. Legitimándose el mito del paraíso de tolerancia y ciencia musulmana andalusí. Con menor número de textos pero más peso académico que Armstrong la profesora de la Universidad de Yale, María Rosa Menocal, autora de obras como The Ornament of the World: How Muslims, Jews, and Christians Created a Culture of Tolerance in Medieval Spain y Culture in the Time of Tolerance: Al-Andalus as a Model for Our Time, sufría la intolerable macula de “gusana”, pues huyó del paraíso comunista cubano. Falleció en 2005.
Menocal afirmaba que la península Ibérica bajo gobierno visigodo era “un lugar pobre y culturalmente opaco” y que los “asentamientos visigodos a los que los musulmanes se habían mudado no eran gran cosa”. Descripción indiscutiblemente sesgada de la patria de San Isidoro de Sevilla y ciudades como Toledo, Zaragoza, Córdoba, Sevilla y Pamplona, en tiempos de realeza y aristocracia godas. Por algo los musulmanes no fundaron otras y tardaron siglos en opacar con monumentos propios lo encontrado. Sumando imprecisión al sesgo, Menocal afirma que al-Mansur fue “un visir” que “realizó asaltos (…) contra algunas fortalezas cristianas del norte” Era hayib (Chambelán) no visir. Y fueron poco más de de 50 razias contra, León, Zamora, Coimbra, Santiago, Barcelona y Sepúlveda para obtener cautivos –y especialmente cautivas– para los mercados de esclavos.
Harold Bloom –aunque en un prologo a Menocal ubica en 1493 “la España de Cervantes” quien nació en 1547– define al texto como: “canción de amor dedicada a poetas judíos, musulmanes y cristianos (sobre todo a los trovadores) de lo que una vez llamamos la Alta Edad Media”. El paradisiaco al Ándalus de Armstrong, Menocal, Américo Castro y otros es puro mito literario. Cumple una función política en la agenda socialista actual. Atacar las bases de la civilización occidental. Y eso requiere hacer pasar su imaginativa literatura por “rigurosa investigación histórica”. Para legitimador “científico” de la islamofilia neoizquierdista, mejor profesora que profesor, por lo del heteropatriarcado. Pero Menocal tenía macula de “gusana”. Tan intolerable al neoizquierdismo como al antiguo. Limpia de polvo y paja, tienen a Armstrong con libros como Muhammad: A Prophet For Our Time.
@grgdesdevzla