Para comprender el contenido moral de cualquier aspecto del orden social es necesario dar explicación de su dimensión económica; Mises explicó que:
“El socialismo tiene como programa, efectivamente, la transformación de la constitución social y económica de acuerdo con cierto ideal. Si queremos comprender la influencia que ejerce en otros campos de la vida intelectual y cultural, es preciso haber aclarado antes por completo su importancia social y económica […] No es admisible discurrir sobre el socialismo sin antes haber estudiado a fondo el mecanismo de un orden económico que se basa en la propiedad colectiva de los medios de producción.”
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Mostraría Mises que es inviable el socialismo por imposibilitar la formación de precios, sin los que no es posible el cálculo económico. Hayek explicó que el socialismo impide el proceso de descubrimiento y coordinación espontanea de información dispersa indispensable a toda sociedad a gran escala. Y en ese sentido una síntesis marxista del neomaltusianismo en clave de socialismo del siglo XXI tiene ciertas características peculiares que debemos analizar.
El maltusianismo es la aplicación de la teoría del rendimiento decreciente a la curva de equilibro de población sobre alimentos, suponiendo que la población crece geométricamente y la producción alimentaria aritméticamente. Por neomaltusianismo se entiende generalmente la aplicación de los mismos supuestos a una amplia gama de otros recursos. Todavía es posible un colapso maltusiano en un grupo humano bajo ciertas circunstancias, pero a partir de la evolución de la moderna economía de libre mercado se limitan a sociedades ajenas y opuestas al capitalismo.
El marxismo postuló que la escasez era producto de la explotación capitalista y que en la etapa superior del socialismo se alcanzará una abundancia ilimitada. Hacía difícil una síntesis marxista neomaltusiana. Pero Commoner la desarrolló afirmando que, aunque:
“Marx creía […] Las clases trabajadoras se verían cada vez más empobrecidas y el creciente conflicto entre capitalista y trabajador llevaría a las situaciones de cambio revolucionario […] una explicación de por qué ha fallado en materializarse —hasta ahora— la predicción de Marx, aparece a partir del mejor conocimiento de los procesos económicos como consecuencia de la reciente preocupación por el medio ambiente […] Como apunté en The Closing Circle, “Una empresa que contamina el medio ambiente está por tanto viéndose subsidiada por la sociedad; en esta medida, la llamada libre empresa no es completamente privada.” También he apuntado que esta situación lleva a “[…] un efecto colchón temporal de ‘deuda con la naturaleza’ representado por la degradación de medio ambiente en el conflicto entre el empresario y el asalariado, que al llegar ahora a sus límites puede revelarse en toda su crudeza […] En este sentido la aparición de una inmensa crisis en el ecosistema puede considerarse, a su vez, como la señal de una crisis emergente en el sistema económico.”
En tal síntesis el socialismo renuncia a la fantasía de una supuesta capacidad de producción superior al capitalismo. Lo sustituye por una teoría ecologista de la reducción del consumo mediante la planificación central de producción y distribución. La nueva teoría justificaría la apropiación estatal de los medios de producción y la planificación central para imponer mediante racionamiento la drástica reducción del consumo. Y para extender la pobreza el socialismo sería un medio indiscutiblemente eficaz. Pero inútil si el objeto de tal pobreza fuese reducir impacto ecológico.
Hay dos problemas distintos, pero interdependientes. Uno son los riesgos que el impacto ambiental de una civilización pueda llegar a representar. En el propio proceso civilizatorio hay factores que tienden a reducir tal impacto por debajo de un punto de quiebre y desviaciones que pueden neutralizarlos empujando la civilización al colapso. Pero la gran paradoja actual es que se proponga el socialismo en sentido amplio como solución global a impactos ambientales atribuidos a la propia civilización industrial. La teoría de la inviabilidad económica del socialismo y el colapso de la URSS señalan que la planificación socialista empeorará siempre problemas de tal complejidad.
Peor que diagnósticos sesgados, predicciones falsas y mentiras del ecologismo politizado. Sus costosísimas políticas “ecológicas” a escala global están sometidas a la inviabilidad a largo plazo de tal tipo de planificación. Colapsarán inevitablemente por sus propias e irresolubles contradicciones internas. El gran dilema es que, en la medida que sea socialista la solución propugnada para problemas ecológicos (reales o inventados) producto del impacto ambiental de la civilización industrial sobre el entorno. La falsa solución tendrá, entre otros efectos no intencionados, un mayor daño ambiental que el que pretendiera evitar o corregir. El socialismo en sentido amplio como política ambiental garantiza las peores catástrofes ambientales como resultado final. Únicamente en la dinámica del orden espontaneo evolutivo de la civilización se pueden descubrir soluciones viables a problemas ambientales reales.
Los riesgos naturales de destrucción de la civilización, la humanidad y/o la vida en la tierra son diversos. Pero para que la humanidad ocasione su propia destrucción hay únicamente un par de vías. Convergencia de colapsos económicos, sociales y ecológicos a escala global. Y tal escenario sería posible única y exclusivamente cuando un socialismo global neutralizare toda solución descentralizada emergente. O detonar todo el arsenal nuclear existente.
Por acción humana, únicamente la guerra atómica o el socialismo causarían un colapso civilizatorio capaz de extinguir nuestra especie. Y únicamente el capitalismo podría llegar a superar los complejos problemas ambientales que realmente tenemos. En tanto el socialismo disfrazado de ecologismo materializará los que todavía no tenemos y empeorará los que ya sufrimos, de la peor manera posible.