Juan Guaidó y la Asamblea Nacional tienen fecha de vencimiento. Juan Guaidó dejará de ser presidente de la Asamblea Nacional y, por lo tanto, dejará de ser presidente encargado el 31 de diciembre del 2019. Es decir le quedan nueve meses. Y con él se irá el aire fresco de un político joven, el glamour de una pareja presidencial que intenta representar lo que Venezuela pudo ser pero no es, la confianza en alguien que por tener más futuro que pasado tendría más por ganar que por esconder, incentivos que llaman. Todo eso se irá con la última campanada del fin de año de este año.
Sin embargo, algunos hacen cuentas pensando en que saliendo del que se “atrevió a juramentarse”, en el 2020 será más importante la Asamblea Nacional que el presidente encargado. La sombra de Guaidó les incomoda en el presente pero les incomodará más en el futuro. Al quemar a Guaidó sacan a un potencial competidor y lo dejan como uno más, lo igualan por lo bajo. La estrategia es mezquina pero sobre todo torpe, infinitamente torpe. Y necesitan tiempo, no muy rápido, no muy lento. Cerco diplomático, pero no liberación militar.
El problema es que la Asamblea Nacional también dejará de existir. La Asamblea Nacional de mayorías opositoras, que plantó un revés electoral al régimen, que puso a Padrino contra Cabello y Maduro para defender el resultado, la Asamblea Nacional que da testimonio de la resistencia de la democracia liberal contra el totalitarismo socialista se desvanecerá el 31 de diciembre del 2020.
Ni las marchas ni las sanciones harán que quienes pueden quedar presos cedan. El acuerdo con las FARC, que tiene una gran dosis de impunidad en favor de la paz, requirió para una negociación seria la baja de muchos de los líderes más poderosos e históricos de dicha fuerza. Sin la muerte de Marulanda, Reyes, Cano y Jojoy, no se habría sentado a negociar un secretariado de menor rango. Para el que no lo ha entendido, la mafia de Miraflores es mucho más letal y miserable que el Secretariado de las FARC en su momento cumbre.
Es decir, o hay elecciones en el 2020 con cese de usurpación, o hay elecciones en el 2020 con pacto de cohabitación, o no hay elecciones. En los dos últimos casos la Asamblea Nacional dejará de existir, sin elecciones por sustracción de materia, con pacto de cohabitación por disolución moral. Y solamente habrá cese de usurpación si hay capturas de los delincuentes reales. El cese de la usurpación no es tanto para reemplazar el poder ejecutivo es sobre todo para rescatar el poder judicial. Luego, se requerirá fuerza física.
Sin Guaidó en el 2020, ni la Asamblea Nacional en 2021, ya no existirá Venezuela sino Somaliazuela.
Venezuela se apaga, se extingue. Van 4 apagones en un mes. A este ritmo, en diciembre, cuando termine el mandato de Guaidó, habrán sido casi 50. No serán peores porque cada vez habrá menos cosas funcionando. Y cuando termine el mandato de la Asamblea Nacional en diciembre del 2020 serán más de 100. Aunque en el 2020 puede que ya no se cuente por apagones, se cuente por iluminaciones, las raras serán las etapas en que haya fluido eléctrico. Casi como lo que le pasa a la Asamblea Nacional, en general un escenario sin mucha luz, pero con algunos destellos de vez en cuando.
Orlando Avendaño describió con un subtítulo poderoso su magnífica obra “Días de Sumisión” (a saber, “Cómo el sistema democrático perdió la batalla contra Fidel Castro”) que refleja la vulnerabilidad de la democracia liberal en general y que se hace visible no solamente por la anexión cubana del estado venezolano sino también por la incapacidad de Occidente de hacerle frente. En los sistemas políticos autoritarios o semiautoritarios una vez pueden contener oposiciones serias, pasan de la política interna a la geopolítica global.
No es solamente que Fidel Castro al no tener oposición real en Cuba, y no depender de la permanente formación de opinión pública a la que rendirle cuentas, pudo ensayar una y otra vez formas de tomarse a Venezuela, hasta que lo logró, es que eso mismo le sucede a todo el sistema democrático general para tomar decisiones sobre cómo sacar a la mafia de Miraflores. Le pasa a Trump, a Duque, a Bolsonaro, a todos. No pueden ser más eficaces en el campo internacional porque tienen el proceso vigilante en sus propios países. Pareciera por lo que sucede en Venezuela que las democracias liberales de Occidente no pueden contra sistemas autoritarios.
La prueba mayúscula de esa incompetencia es que llegará diciembre del 2020 y sin haber hecho elecciones libres, serias, competitivas, de esas que las democracias liberales de Occidente requieren para reconocer gobiernos, órganos constituyentes o legislativos, la Asamblea Nacional dejará de existir. Ahora bien, si no se reconoce a Maduro por usurpador, a la Asamblea Constituyente por ilegítima y sin una Asamblea Nacional con un nuevo mandato fruto de un proceso electoral decente, lo que emergerá no será ni siquiera un estado paria, como Corea del Norte: será en esencia un estado fallido.
Y como el marco de estado fallido será real, ese escenario libio que tantos quieren evitar si llega a entrar una fuerza multinacional porque les parece lo peor que puede pasar, se conjugará en un escenario somalí.
¿Es una exageración? La situación de Venezuela es una exageración del peor escenario imaginable. Muertos, desnutridos, enfermos, migrantes, escasez, hiperinflación y violencia.
En el 2021 muchos habrán entendido que los bombardeos gringos a unos cuantos cuarteles militares habrían hecho menos daño que la espiral de decadencia sistémica que enfrentan. Y sin embargo, el arreglo de poder que servía para tener cierta fachada de gobierno ante el exterior, también habrá colapsado, y será cada vez más claro que los distintos grupos al interior del régimen sufriendo la misma decadencia de infraestructura cultural, económica y política terminarán creando refugios territoriales que usarán para enfrentarse unos a otros.
Decía Henrique Capriles que la tiranía había llevado a Venezuela a convertirse en Africa del siglo XX. Quizás lo decía por el nivel de pobreza, pero lo que no había entendido es que la decadencia puede ser peor, con tantos intereses cruzados, y con el enorme nivel de recriminaciones y desconfianzas, delitos y traiciones, crímenes y enfrentamientos, la tribalización caníbal de los grupos de poder será más contundente.
Cuba no podrá mandar en todas partes, el narcotráfico no podrá mandar en todas partes, los chinos no podrán mandar en todas partes, los rusos no podrán mandar en todas partes; ni Hamas, ni Hezbollah, ni el ELN, ni las disidencias de las FARC, ni los colectivos. Y claramente, quienes han intentado cambiar el régimen sin usar la fuerza serán más incompetentes aún sin una plataforma de legalidad desde la cual actuar o pedir que terceros actuén. No será Venezuela, no será Somalia, será Somaliazuela.
Ahora bien, yo soy optimista, creo que Maduro no terminará este año en Miraflores, que la comunidad internacional actuará antes de que se le acabe el mandato a Guaidó y que comenzarán las acciones militares antes de navidad. Sin embargo, como colombiano tengo que pensar el peor escenario y reflexionar una respuesta acorde al mismo. Y es necesario pensar el peor escenario porque es Venezuela bajo el socialismo del siglo XXI, todo lo que puede resultar mal puede resultar peor, como el intento de entrar la ayuda humanitaria el 23 de febrero.
Colombia debe responder al escenario Somaliazuela con un modelo de anexión fluida.
Una anexión temporal y delimitada, nivel protectorado, pero anexión en todo caso, sería la respuesta más clara desde el estado colombiano, quizás también desde el estado brasileño. O una extensión más directa de la doctrina de “persecución en caliente”, y así ampliar la frontera de acción de las fuerzas de seguridad más allá de los límites formales, con el reconocimiento de que Venezuela sería un territorio bajo un estado fallido sin fuerzas de seguridad para cooperar en agendas de protección a la ciudadanía.
Lo primero que hay que reconocer es que de facto Venezuela ya sufre una anexión, es una colonia cubana. Así que asumir que Colombia requiera confrontar a Cuba y anexarse un pedazo del territorio para proteger la vida tanto de los venezolanos como de los colombianos, es solamente el reconocimiento del nivel de realidad de poder que se viviría en una Somaliazuela, una colonia mal llevada, decadente al estilo cubano: sin ejecutivo reconocido y sin legislativo por reconocer.
La doctrina de seguridad de Colombia ya empezó a reconocer ese tipo de escenarios de precariedad política, lo dejo claro el Consejero de Seguridad de Duque, Rafael Guarín en un tuit. “La principal amenaza a la seguridad en Colombia son ‘los espacios vacíos de institucionalidad o con precaria institucionalidad’. Esa definición, que es un cambio de fondo en la actual Política de Defensa y Seguridad, tiene consecuencias enormes en la repuesta estatal”, afirmó.
Ese cambio de fondo en la Política de Defensa y Seguridad, que en principio emerge para los desafíos territoriales internos que aún persisten en Colombia, será mucho más pertinente cuando desaparezca Venezuela a finales del 2020.
En todo caso, sí, yo también creo que vamos bien, pero si al final termina saliendo mal, y cambia a un “vamos peor” hay que pensar en ese peor, que puede ser peor que la liberación militar multinacional.
No es la amputación militar internacional sino la dolorosa y terrible muerte por gangrena política y social el peor de los escenarios.