Dice el refrán que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Las imágenes expuestas estos días en medio de las protestas civiles en Irán, que están vigentes desde la revolución de 1979, exponen una libertad perdida que busca ser recuperada; sobre todo la protesta de una joven subida a un bloque de cemento sin el velo que la ley exige.
Mientras tanto, a lo largo del 2017, las multitudinarias marchas feministas en las ciudades principales de Occidente incluyeron mujeres cubriéndose las cabezas entre ellas con el mismo velo del cual las mujeres iraníes buscan librarse: el hiyab.
No solo eso, en la “marcha de las mujeres” -que en realidad fue una marcha contra la elección del Presidente Trump- en Washingtonen EE. UU., las activistas utilizaron nada menos que la bandera de los EE. UU. a modo de hiyab. Es decir, convirtieron un símbolo de opresión en un símbolo de lucha.
Esto sucedió en gran medida dada la participación de una de las organizadoras de la marcha, Linda Sarsour, que es promotora de la ley islámica que ha publicitado por medio de Twitter.
Pese a que la activista borró el Tweet, el contenido pudo ser recuperado. Se trata de una crítica severa a dos activistas críticas del Islam, siendo la segunda una reformista que lucha contra la mutilación genital femenina de la cual fue víctima de niña.
En lugar de solidarizarse con esta víctima de violencia sexual, esta feminista hace un llamado a la violencia contra estas mujeres, no solo física sino sexual y dejando en claro que para el feminismo -lejos de buscar la libertad para la mujer- hay estándares que deben ser cumplidos.
Cabe resaltar que libertad de expresión incluye tanto lo verbal como la expresión corporal. Con lo cual una mujer es tan libre de cubrirse como de destaparse.
El problema surge cuando debe hacer lo uno o lo otro por ley, tal como sucede en Irán; donde NO usar el velo islámico es penalizado.
Another woman without her headscarf waves a white shawl in city of Bojnord as part of #WhiteWednesday’s protest against compulsory hijab. #IranProtest pic.twitter.com/FlG1RsLhka
— My Stealthy Freedom (@mystealthyorg) December 31, 2017
Tweet: Otra mujer sin su velo ondea un chal blanco en la ciudad de Bonjord como parte de la protesta de los miércoles blancos contra el hiyab obligatorio.
En protesta a estas medidas, millares de mujeres iraníes se están sumando a un movimiento llamado #WhiteWednesdays -miércoles blancos- donde utilizan pañuelos blancos para visibilizarse.
El medio digital más prominente en esta medida, es la campaña “My Stealthy Freedom” (mi libertad cautelosa) que exige que las mujeres tengan el derecho individual a elegir usar el velo o no.
https://twitter.com/LaloDagach/status/948100122772164608
En una entrevista para la cadena de noticias alemana DW, la periodista y exiliada iraní Masih Alinejad, creadora de la página, comenta que no puede vivir en su país de origen por la negación de usar el hiyab y del mismo modo su familia tiene prohibida visitarle.
Comenta que surgieron las protestas civiles, ahora se ven mujeres ondeando dichos pañuelos blancos a modo de banderas, trepadas en espacios públicos. Esto ha provocado que acciones legales en su contra.
Que haya leyes diferenciadas para mujeres quiebra con la base misma de la justicia, que es la igualdad ante la ley.
Sin embargo, esto en círculos feministas no parece ser un problema. Tanto es así que gracias a la presión del activismo feminista, en varias naciones del habla hispana se considera distinto el crimen cuando un hombre mata a la una mujer que cuando una mujer mata a un hombre o una mujer.
La figura del femicidio no solo quiebra con la igualdad ante la ley sino que otorga valores distintos no solo a la vida sino a la muerte de las personas, basándose en algo tan arbitrario como sus cromosomas, XX en el caso de la mujer, XY en el caso del hombre.
Del mismo modo, aunque en teoría el feminismo ostenta defender la igualdad, en la práctica se ve lo contrario. Tal es el caso de la “violencia de género”, violencia que se considera cuando el varón es el agresor y la mujer la agredida, no al revés.
Por eso no es sorpresa que una persona como Donna Hilton haya sido una de las oradoras principales de la “Marcha de Mujeres”. Su pena es prueba de dicha desigualdad ante la ley. En un país donde existe la cadena perpetua e incluso la pena de muerte, esta asesina a sueldo, fue condenada a 26 años de cárcel por asesinato. Junto a dos amigas, torturaron, violaron y asesinaron a un hombre.
Uno de los testigos se sorprendió de la frialdad con la cual narró haber presionado sus testículos con pinzas. Pues su intención era utilizar el dinero para financiar un catálogo de fotos para lanzar su carrera como modelo.
Ahora es modelo de una ideología que aduce luchar contra el abuso sexual, pero que tiene entre sus oradoras a mujeres que fueron a la cárcel precisamente por abusar sexualmente de un hombre. Su cómplice penetró a la víctima con un varilla de metal de un metro y le dijo al detective de la investigación: “Él era un homosexual de todos modos… Cuando le metí la barra por el recto se meneó “.
Inicialmente, Hylton dijo que no sabía que la víctima, a la cual ella y sus cómplices torturaron y custodiaron por alrededor de 20 días, había muerto. Sin embargo, en un artículo publicado en Psychology Today, Neimark, la psicológica que entrevistó a Hylton, dijo que quedaron expuestas las mentiras. Pues, tuvo un “tropiezo verbal” y de manera furiosa dijo: “Iba a morir de todos modos”.
Así como esta figura del feminismo ocultó saber sobre la muerte de su víctima, el movimiento que defiende ha minimizado y ocultado el sufrimiento de mujeres en diversas zonas del mundo. Hasta ahora, el feminismo en Occidente ha sido cómplice por omisión del sometimiento de las mujeres de Oriente. Pero ahora han dado un paso más allá, ocupan la vestimenta impuesta por el opresor.
Esta herramienta se llama “resignificar”, una artimaña lingüística empleada para apropiarse de los símbolos. Prepondera en estos tiempos posmodernos, donde la “transversalidad” agrupa a las personas en clases de oprimidas y opresores, acomodando la dicotomía de la dialéctica marxista.
Así como el Che Guevara que condenaba a los homosexuales a campos reformatorios de trabajo forzada, porque “el trabajo os hará hombres”, ahora aparece en banderas de la marcha del orgullo LGBT, no hay contradicción alguna en el uso del velo islámico por parte de feministas.
En términos filosóficos, es un sofisma. Con un discurso adecuado, una contradicción puede ser tan bien publicitada que se concibe como auténtica. Lo contrario a la doctrina sofista sería la socrática, que se basa en el método inductivo. Este embate entre estas corrientes de pensamiento y su aplicación ha estado en pie desde la Antigua Grecia, cuna de la civilización Occidental.
Es en el lugar de dónde venimos, donde tenemos la respuesta hacia dónde vamos.
Por ello es tiempo de ser más objetivos que subjetivos y juzgar con base en la evidencia, sin dejar de lado la experiencia, para plantearnos si en los conflictos que persisten entre los sexos, en realidad el feminismo es un camino viable para mejorar la situación de la mujer, ni se diga la igualdad, o si es que hunde a la sociedad por completo en una guerra de clases en la cual nuestra composición genética impera sobre nuestro comportamiento.
Pero sobre todo, donde una ideología puede llegar a fanatizarse tanto que niega le evidencia, lo que ve ante sus ojos, el sufrimiento de quienes dice defender, es anulada para perpetuar un discurso de víctima y victimizador donde lejos de buscar la reconciliación solo sigue incorporando sujetos a grupos de oprimidos y opresores en cada bando de la lucha de clases.