Nicolás Maduro designó en la noche del miércoles 4 de enero un nuevo gabinete. Como se dice en Venezuela, cada cambio de ministros prueba que siempre se puede estar peor; y como en política cada acto es un mensaje, con estas designaciones Maduro envía unos cuantos.
Muchos de ellos están dedicados a su propio partido; otros a la oposición. Pero lamentablemente, a quien no le envía ningún mensaje el presidente es al país. Hay un tibio intento de mejorar ciertas situaciones, pero que se estrellará, con toda seguridad, en la maraña de ineptitud, burocracia y ladronaje que caracteriza al chavismo.
A continuación, un análisis de nueve mensajes que envía el nuevo gabinete de Maduro:
1: Se blinda con los más radicales y cercanos a él y a las mafias
El nombramiento de Tareck El Aissami como vicepresidente —uno de los funcionarios más cuestionados internacionalmente del chavismo, por sus supuestas relaciones con grupos fundamentalistas islámicos y con el narcotráfico— solo puede obedecer a que Maduro, en su desesperada huida hacia delante, busca blindarse con los más radicales entre sus apoyos.
De hecho, el breve discurso de aceptación del hasta ahora gobernador de Aragua no deja dudas de que es lo que siempre se ha considerado: el más cercano de los apoyos que ha tenido el mandatario venezolano en los casi cuatro años de su convulso mandato.
Pero además, el que El Aissami haga dupla con Néstor Reverol, ministro del Interior (con cargos por supuesto narcotráfico presentados por el Gobierno de Estados Unidos) significa pésimas noticias para Venezuela.
Otros de los que entran al gabinete de Maduro, como Elías Jaua en el ministro de Educación, o Nelson Martínez, expresidente de Citgo (a quien se considera un operador de la pareja presidencial, especialmente de Cilia Flores), en el ministerio de Petróleo dan cuenta de lo mismo: Maduro aspira, para estos dos años, a estar rodeado de sus más cercanos.
2: Solo puede preverse más represión
Maduro encomendó dos tareas al nuevo vicepresidente, pero —por error, porque se perdió en el discurso o simplemente porque la segunda es una tarea secreta— solo mencionó una en público.
Ordenó a El Aissami “combatir la delincuencia, al terrorismo de derecha (sic) (…) los tenemos precisados”, indicó. “Terroristas de ultraderecha, pónganse las pilas porque los vamos a desmantelar a toditos, contra los terroristas, los criminales, los extremistas”, indicó.
El chavismo ha intentado asimilar, durante 18 años, a la oposición política con el terrorismo. Y que sea El Aissami, quien en su actuación en el estado Aragua ha permitido una expansión fenomenal de las mafias delincuenciales, el que ahora tenga a su cargo el infame Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) solo puede significar malas noticias.
Es curioso que le encomiende “luchar contra la delincuencia”, cuando El Aissami ha convertido al estado que dirigió en el que mayor cantidad de asesinatos por cada 100 mil habitantes tiene en Venezuela, luego de ser uno de los más pacíficos del país.
3: Da una cuota de poder a la familia Chávez pero la va retirando de la foto
A Maduro le tomó cuatro años, pero finalmente podrá desalojar de la residencia presidencial de La Casona a los hijos de Hugo Chávez.
Jorge Arreaza, yerno del expresidente, de gris actuación en todos los cargos que ha ocupado, pasará a “un destino diplomático”. Para compensar a la famiglia como se vio muy claro en su discurso, nombra a Adán Chávez (hermano mayor del expresidente y otro personaje sumamente gris) nada menos que como ministro de Cultura.
Está claro que Maduro comienza a dejar atrás la influencia de la familia presidencial, y aunque no se le cae Chávez de la boca (hizo, por ejemplo, el acto de designación de nuevos ministros en el Museo Histórico Militar, donde Chávez realizó su primera rendición y hoy está supuestamente enterrado), comienza a copar las posiciones de poder con los suyos.
No son buenas noticias, porque si el chavismo era, en sí, un movimiento de lo peor del país, el madurismo es lo peor del chavismo.
4: Un torpe y tardío intento “tecnocrático”
La designación de Ramón Lobo (a quien presentó como un hombre con grandes estudios formales en las áreas de economía y presupuesto y sin pasado en el gabinete) como ministro de Economía; de Martínez como ministro de Petróleo (una década después, el chavismo se da cuenta de que el Ministerio de Petróleo tiene una función completamente distinta e incluso antagónica a la de la presidencia de Pdvsa) y de un militar, Carlos Salazar Coll, como ministro de Obras Públicas, apunta a un intento de mejorar la gestión.
Intento que fue ratificado, incluso remachado a lo largo del discurso de Maduro, cuando exigió eficiencia a su nuevo gabinete. A Salazar le encomendó “la finalización de todas las obras públicas”: miles de cadáveres a medio construir, pero con los presupuestos gastados cinco o diez veces. Y le dio dinero para ello, poco dinero en un país a las puertas de una hiperinflación, pero suficiente para repartir si las intenciones son non sanctas.
Maduro también anunció el enésimo intento de mejorar sus relaciones con el sector privado, esfuerzo que seguramente se perderá en la desconfianza que ha sembrado entre los empresarios y en un modelo intrínsecamente inhábil para generar crecimiento económico y prosperidad como es el socialismo.
5: Viene un nuevo esquema cambiario… al estilo cubano
Aunque no hizo sino esbozarlo, Maduro anunció que en los próximos días podría transformarse el sistema cambiario. Cuando señalaba que vendería celulares (que se los regalaría a los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción) afirmó que “cuando le dediquemos los recursos habrá que ver cuántos se le dan a los CLAP, cuántos se venden en bolívares y cuántos en divisas convertibles…”
En Venezuela ya se venden casas, automóviles, teléfonos y otros bienes en dólares, aunque está expresamente prohibido por la Constitución. La infidencia de Maduro puede estar apuntando a un sistema cambiario como el cubano, donde hay una moneda que no vale nada, el peso cubano (que sería el bolívar actual), y luego están los CUC convertibles, aunque en el país serían directamente las divisas duras.
Sin embargo, nada en Venezuela permite que la moneda de curso legal sea otra que el bolívar, aunque el chavismo se ha saltado a la torera todas las leyes, incluyendo las que él mismo ha redactado.
6: Desprecio al conocimiento y a las formas democráticas
Maduro designó como ministros a tres gobernadores (El Aissami, Chávez y Aristóbulo Istúriz, quien había sido gobernador de Anzoátegui hasta que lo nombró vicepresidente, ahora ministro de Comunas) y a cuatro diputados (Jaua, Lobo, Hugbel Roa como ministro de Educación Superior y Francisco Torrealba como ministro del Trabajo).
Estos designaciones revelan su desprecio hacia la democracia, porque en teoría ser funcionario electo es una categoría superior a la de ser designado ministro.
Pero además, cuando hace los nombramientos, deja claro que “les hace un favor” a los diputados designados, porque para él, la Asamblea Nacional “fue una asamblea hasta el 2015”, es decir, hasta que el chavismo perdió las elecciones por paliza.
No conforme con ello, muestra su desprecio hacia el conocimiento, expresado en Chávez como ministro de Cultura; Jaua como ministro de Educación (ha sido canciller y ministro de Agricultura, es decir, aparentemente vale para todo, o como decía Perón, “el cargo habilita”); y Hugbel Roa, uno de los diputados más zafios (por más que Maduro se empeñó en exaltar públicamente su currículo) de la Asamblea Nacional, nada menos que como ministro de Educación Superior.
7: Está consciente de su impopularidad, y no sabe cómo zafarse de las elecciones
El hecho de que Maduro apele a la búsqueda de eficiencia y que haga un plan para 2017-18 muestra que está consciente de su impopularidad, como también está El Aissami consciente de la impopularidad del Gobierno.
“Debemos repolitizar nuestra función, ser más eficientes y cumplir con lealtad absoluta cada una de sus órdenes. Recuperar la confianza, reencontrarnos con el pueblo (…) decirle que es el socialismo la vía para la salvación de la Patria, no el capitalismo, no la derecha. Reivindicar el concepto de revolución”, dijo en su discurso.
El hecho de que sea a dos años muestra que Maduro busca ganar espacio de cara a las elecciones presidenciales, las únicas que por estar expresamente contempladas en la Constitución, con fecha, no puede eludir.
A su vez, al designar a tres gobernadores de sus más cercanos, sabe que perdería de calle las elecciones de gobernadores, pero de estas sí está tratando de zafarse.
Al igual que con la instalación de la Asamblea Nacional, que ayer terminó de aceptar, aunque a regañadientes, entiende Maduro que la presión de la comunidad internacional no lo deja escapar, por los momentos, de algunas muy elementales formas de democracia.
8: El “cabellismo” tiene lo que tiene y nada más
Muchos pensaban que después del 10 de enero, cuando su Gobierno cumpla cuatro años, Maduro iba a ser prescindible y potencial víctima de un golpe palaciego.
Al blindarse con sus más cercanos, el mandatario parece dar un mensaje al resto del chavismo de que no se le ocurra hacer algo semejante, especialmente a Diosdado Cabello, el hombre fuerte que maneja la otra ala de la franquicia del difunto presidente.
Pero al ratificar al resto del gabinete, parece mantener una cuota de poder para el número dos, aunque quitarle la cartera de Finanzas y la de Banca Pública significa, sin duda, una bajada en el poder que tiene el cuestionado diputado e informal candidato presidencial del chavismo para 2018.
9: El diálogo solo es una forma de extorsión
Maduro dedicó 10 minutos de la designación de sus ministros a chantajear abiertamente a la Asamblea Nacional dominada por la oposición.
Palabras más, palabras menos, dejó ver que el que el Tribunal Supremo de Justicia no metiera la mano en la instalación de la nueva directiva legislativa tenía que ver con que la oposición no se retirara del diálogo previsto para el 13 de enero, algo que parte de la Mesa de la Unidad Democrática ya ha dicho que hará.
Está claro que el interés de mantener en el diálogo a la oposición es vital para Maduro, por dos razones: le permite tener un mínimo de relaciones internacionales, mediante el establecimiento de una seudofachada democrática; y adormece la protesta política, con lo cual puede reprimir más fácilmente la protesta popular.
Que la oposición caiga en el chantaje, o encuentre formas novedosas de enfrentarlo, depende totalmente de ella.