Hace 25 años, el 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez, al frente de un grupo de oficiales y varios batallones de soldados (que viajaron engañados, creyendo que iban a ser llevados a realizar ejercicios) insurgieron contra el Gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez. Aunque fueron derrotados esa madrugada, triunfaron luego políticamente, llevando a Venezuela a la triste situación que vive hoy en día.
El ministro de Defensa de Pérez, Fernando Ochoa Antich, logró que los alzados depusieran sus armas, y en 2007 escribió el libro Así se rindió Chávez. Muy crítico de la “revolución bolivariana”, Ochoa conversó con PanAm Post para elevar su voz de alarma sobre lo que sucede hoy con el Gobierno venezolano, convertido en “una dictadura totalitaria entre un sector que domina las Fuerzas Armadas y un partido político marxista”.
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¿Cómo compara el país de hoy con aquel en el que usted, como ministro de Defensa, enfrentó el golpe de Estado de Hugo Chávez?
Con todos los errores que se pudieron haber cometido durante la democracia de los Gobiernos civiles, hubo alternancia, amplias libertades públicas y un proceso de crecimiento muy importante. Con solo ver las ciudades venezolanas, se ve, durante ese período, el crecimiento de las clases medias y de la infraestructura del país y las condiciones de vida del venezolano en general. Basta ver las gigantescas obras que construyó, y que terminó, la democracia civil; esto es muy importante, porque hoy esta gente que gobierna ni siquiera termina las obras que se imaginaron que iban a hacer.
Valorando eso y comparándolo con a lo que hemos llegado hoy, tiene que rechazar totalmente el Golpe de Estado, que tomó como bandera lo ocurrido durante los dos gobiernos previos, marcados por una caída muy importante de los precios petroleros, y antes de poder percibir los beneficios del esfuerzo de apertura económica del presidente Carlos Andrés Pérez, que quiso sustituir el error más importante que se cometió en Venezuela entre 1958 y 1998: la adopción de la tesis de sustitución de importaciones de la Cepal, que nos convirtió en monodependientes del petróleo.
El malestar social que generó la caída de los precios del petróleo fue aprovechado por esa logia militar que dio el golpe de Estado para insurgir el 4 de febrero.
En ese momento surgió la logia militar del 4 de febrero, y dieron el golpe. ¿Se justificaba? No. Era un gobierno constitucional, en el que los venezolanos tenían absolutas garantías de expresarse, a través de cualquier medio de comunicación, y con amplio apoyo popular a los partidos que constituían la base del sistema, como se había demostrado en unas elecciones apenas tres años antes.
El malestar social que generó la caída de los precios del petróleo fue aprovechado por esa logia militar que dio el golpe de Estado para insurgir el 4 de febrero.
¿Esas mismas razones podrían estar vigentes hoy?
La situación actual es mucho peor que la que ellos dijeron que iban a tratar de resolver. Tenemos hoy un régimen que es totalitario, con un corte dictatorial muy claro. El surgimiento de una oposición con expectativas de triunfo electoral, que viene manifestándose desde las elecciones presidenciales que ganó Nicolás Maduro, en 2013, y que fue ratificada en las elecciones parlamentarias de 2015, han hecho que el Gobierno quiera impedir que los venezolanos se manifiesten en las urnas, y la mejor demostración fue la suspensión del referendo revocatorio en 2016, y el silencio que hay sobre las elecciones de gobernadores, que debieron realizarse el año pasado.
La legitimidad de ejercicio del Gobierno de Maduro es muy angustiante, sobre todo considerando las actuaciones de las Fuerzas Armadas, del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y la del Consejo Nacional Electoral (CNE), que son instituciones secuestradas por el poder.
El hecho de que, por ejemplo, vayan a enviar a las Milicias, que son un cuerpo militar inconstitucional, a las ciudades del país como “fuerza antidisturbios”, muestra la crisis del país. Aunque dicen que es para combatir la violencia, lo cierto es que la violencia la ha venido desarrollando el Gobierno con la supuesta alianza cívico-militar, con un discurso permanente de confrontación y de glorificación de la violencia. Luego están discursos como el del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, que hubieran sido impensables durante la época democrática por su alineación con el partido en el poder.
¿El de Nicolás Maduro es un Gobierno militar con una cara civil? ¿Es Maduro un hombre de paja de una élite militar?
Yo no llegaría a ese extremo, que Maduro sea un muñeco de los militares en la presidencia; es una alianza de un sector militar que controló las Fuerzas Armadas con el acceso de Hugo Chávez al poder, y un partido político marxista totalitario, y entre los dos tienen el control total del país. Esto ha llevado a que los casos de corrupción en el país no tengan comparación con los que se vivieron en la era democrática ni en la historia de Venezuela.
Constantemente, la oposición venezolana hace diferencias entre ese sector militar y el resto de la Fuerza Armada venezolana, a la que califica de institucionalista. ¿Es eso posible? ¿Es posible una posición como la de Padrino si en los cuadros medios y bajos no hay al menos una aquiescencia hacia ella?
Sin duda alguna, la proporción de la cúpula militar que está participando dentro de este Gobierno en cargos políticos es muy importante, expresado en el número de oficiales en posiciones políticas o administrativas en el Estado. Esto da oportunidad de enriquecerse, sobre todo en un Gobierno tan corrupto. Pero hay un sector que no tiene acceso a esos beneficios, que vive normalmente. Yo, por ejemplo, vivo de mi pensión; si reconozco que la han aumentado muchísimo, pero la inflación se la come. Esa misma situación la tienen que estar viviendo los cuadros medios.
Eso, sin embargo, no le quita la responsabilidad a la Fuerza Armada en lo que está ocurriendo. Los cuadros medios tienen que hacer sentir su opinión sobre lo que está pasando. Pero la visión que yo tengo sobre eso es que ha habido 18 años de adoctrinamiento político, para generar el respaldo a una visión marxista de la sociedad.
No hay duda de que eso tiene que haber creado una visión en la Fuerza Armada. ¿Que esa visión es total? Yo puedo decir con absoluta seriedad que no lo es. Yo voy a menudo a las instituciones de la Fuerza Armada y siento total respeto hacia mí, lo que me hace pensar que no ha habido un rompimiento total con el pasado.
Muchos de sus compañeros generacionales en la Fuerza Armada, que están fuera del país, podrían no decir lo mismo. ¿No será que hay respeto hacia usted, principalmente, porque el 4 de febrero de 1992 actuó con total apego a los Derechos Humanos de los sublevados?
Yo cumplí mis obligaciones militares. Yo no tenía por qué violentar los Derechos Humanos de nadie. Ese golpe de Estado tuvo un número bajo de víctimas, 39, y creo, humildemente, que fue por mi actuación. Cuando yo di mi palabra de que yo los iba a tratar con la consideración debida si deponían las armas, ellos las depusieron. Pero volviendo al tema anterior, yo tengo una posición crítica hacia el sistema político actual, que es muy conocida, porque escribo un artículo semanal sobre el tema, y sin embargo, soy respetado en la Fuerza Armada actual. Y hay otros de quienes derrotamos los golpes de Estado de 1992 que siguen en el país, como el almirante Rafael Huizi, con posiciones similares a la mía.
Podría decirse, 25 años después, que el golpe de Estado del 4 de febrero triunfó?
Fue un fracaso militar, con razones muy claras: El movimiento se había detectado aunque no se habían tomado medidas contra él porque no habían pruebas suficientes y el presidente Pérez no quería dañar la carrera de ningún oficial. Se tomaron medidas que fueron limitadas y que finalmente no pudieron detener la insurrección. Pero de todas maneras, Hugo Chávez supo que el golpe había sido detectado, y de una manera irresponsable continuó en su proyecto de alzamiento, sabiendo que iba a someter a los oficiales que lo acompañaban no solamente al fracaso, sino a perder la vida, como ocurrió con algunos.
Aquí con la campaña del Gobierno han querido presentar ese golpe como un hecho heroico, cuando en realidad el teniente coronel Hugo Chávez dio una demostración, primero, de deslealtad con sus subalternos y superiores y de cobardía personal, cuando no combatió ese día.
Se ha dicho que estaba dirigiendo las operaciones desde el Museo Histórico Militar, y no atacó el Palacio de Miraflores, como estaba escrito en la orden de operaciones, a pesar de que tenía un batallón de paracaidistas bajo su mando, sin mandar ni siquiera un pelotón a los soldados que combatían en el palacio presidencial, a menos de un kilómetro de distancia. Esa es la verdad del 4 de febrero.
Que luego ese fracaso militar se haya convertido en un éxito político es otra historia, que no tiene nada que ver. Al frente de la conducta irresponsable y cobarde de Chávez, el presidente Carlos Andrés Pérez dio una muestra de gran valor personal, de responsabilidad y de compromiso con el país.
Usted que conoció a Hugo Chávez personalmente, ¿qué piensa de la exaltación que se hace del fallecido presidente?
Es una vergüenza nacional. Yo no formé a Hugo Chávez en la Academia Militar, pero sí lo conocí, coincidimos porque él era profesor de Historia Militar y yo era el jefe de esa cátedra. Jamás pensé que Hugo Chávez pudiera alzarse, era un oficial a veces exageradamente obsequioso con los superiores. Lamentablemente, yo estaba equivocado. Los que tenían el mando directo de los cadetes y lo tenían a él allí también; se ha demostrado después, en cuatro años, creando una estrecha relación entre varios de ellos y la izquierda radical venezolana.
La pregunta es: A Chávez, a Cabello, a Carreño, los formó la Academia Militar de la democracia. ¿Qué pasó?
Ellos fueron la primera generación que llegó no tras terminar tercer año de bachillerato, sino quinto. Entonces, en vez de recibir jóvenes de 16 años, en la Academia comenzaron a entrar de 18, 19, hasta 23 años; muchos de ellos ya habían sido penetrados por organizaciones de izquierda. Ese fue el caso concreto de Chávez. Y desde allí comenzaron a conspirar para tomar el poder.
¿Usted cree que la Fuerza Armada Nacional es salvable? Crecen las voces que dicen que después de esto habría que abolirla
Los nuevos Gobiernos tendrán el reto de buscar algunas alternativas para hacer que la Fuerza Armada vuelva a ser una institución al servicio del Estado. Lo que ocurre en casos como el de Panamá o el de Costa Rica es que tú sustituiste la Fuerza Armada y creas un cuerpo policial. Y al hacer de la policía el principal poder armado del país tienes el mismo problema, e igualmente surge la corrupción, porque tienen las armas. El problema no son las Fuerzas Armadas, es la estructura que tengan esas fuerzas.
En los tiempos modernos, los países han formado Fuerzas Armadas apolíticas, al servicio de la Nación y aparte del juego político, porque cuando la política entra en las Fuerzas Armadas, estas se transforman en una amenaza para la sociedad.
Lamentablemente, en Venezuela, 200 años después, las Fuerzas Armadas parecen mantener su rol de “gendarme necesario” ¿Es posible una transformación política sin que esas mismas fuerzas armadas jueguen un rol?
Yo espero que se logre eso. No es verdad que en Venezuela haya habido 200 años de Gobiernos militares. Los Gobiernos militares en Venezuela comenzaron en 1899, cuando se reconstituyó una Fuerza Armada de carácter nacional. Hasta ese momento lo que había eran montoneras. El término general se usaba de acuerdo al origen de la guerra de la Independencia, pero eran políticos uniformados, no una institución. Desde 1908 es que las Fuerzas Armadas juegan un rol en Venezuela, con aciertos y errores; pero no han sido los árbitros permanentes del país, como se ha querido decir.
¿Hay conspiración hoy en las Fuerzas Armadas? Hay quienes dicen que en Venezuela, los militares conspiran permanentemente
Conspiración no sabría decirle. Resentimiento estoy seguro de que sí hay. Porque los militares son parte de la sociedad. Y cuando un capitán, un teniente, un mayor, llegan a una fiesta, o a una reunión familiar, por ejemplo, y oyen las conversaciones de la gente, la tremenda inconformidad que hay contra este Gobierno, y saben que ellos forman parte de ese Gobierno, o están en unas Fuerzas Armadas asociadas a ese Gobierno, tienen que sentir un malestar. Están siendo señalados directamente como responsables.
Por eso digo que las Fuerzas Armadas, en el futuro, van a pagar el costo de haber respaldado un proyecto político. Cuando existía democracia en Venezuela, los Gobiernos pasaban, muchas veces con aprobación muy baja de la población, y la Fuerza Armada siempre tenía, en las mismas encuestas, 90 % o 92 % de respaldo. Hoy el Ejército tiene respaldo muy bajo, y eso le ha pasado por asociarse a este Gobierno.
A los Gobiernos del futuro les va a tocar la tarea de reestructurar las Fuerzas Armadas y convertirlas, nuevamente, en una institución apolítica y profesional. Va a ser una tarea muy complicada que va a tomar mucho tiempo.