Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, acelera en su camino hacia el socialismo. Hemos dicho ya en este espacio que el mexicano copia al pie de la letra el guion de Hugo Chávez, que permitió implementar el socialismo en el país petrolero sin que la mayoría de venezolanos se diera cuenta de lo que ocurría. El chavismo, en sus primeros años en el poder, era incluso aplaudido por empresarios. López Obrador intenta lo mismo, sin embargo, no ha sido tan prudente como debiera y cada vez deja más claro su objetivo.
Una de las cuestiones fundamentales para instaurar el socialismo es crear una red clientelar. Dar subsidios a los pobres, crear incentivos para que la gente se mantenga en el desempleo y, al tiempo, dañar la economía y lograr que para muchos la única solución sea aceptar el dinero del Gobierno, y todo esto en medio de una retórica que termina por convencer a muchos de que es bueno y agradable vivir de las migajas que da el Estado.
Cuba es el ejemplo perfecto de cómo el Estado puede meterse en todos los asuntos de la vida diaria de una persona y tenerlos atrapados tanto física como psicológicamente en una relación amo-mascota. En la isla, la educación, la comida y el trabajo están manejadas totalmente por el castrismo. Si alguien habla mal del régimen, es probable que su hijo no sea aceptado en la escuela, o que mañana ya no le den alimentos. Si alguien se atreve a rebelarse, se quedará sin trabajo.
En Venezuela, incluso hoy que el chavismo no tiene dinero, muchas personas sobreviven por cuenta de las migajas que la tiranía aún les da. Trabajan en fábricas del Estado y comen por cuenta del Carné de la Patria y los alimentos “subsidiados” del chavismo. De hecho, muchos militares siguen del lado del tirano porque esa es su única forma de conseguir alimentos y techo para ellos y sus familias.
Hugo Chávez “regaló” de todo. Las universidades eran gratis, creó las Universidades Bolivarianas, la salud era gratis y repartió hasta casas, consiguiendo así una amplia base social que lo veía como el padre bueno y bondadoso. Uno de los asuntos fundamentales en el socialismo es que una parte importante de la sociedad tenga la necesidad de estar del lado del Gobierno para sobrevivir.
Los que entendemos y valoramos la libertad, quienes somos felices viviendo con el fruto de nuestro esfuerzo y no queremos las migajas de los políticos, sino que dejen de robarnos bajo la excusa de que luego nos darán algún regalo, sabemos que el castrismo tiene a los cubanos como si fueran mascotas. Les tiran alguna croqueta todos los días pero ellos no pueden hacer nada, son esclavos. En Venezuela ocurre lo mismo, solo que ya se están acabando las croquetas.
Aunque para muchos es evidente esta relación amo-mascota que ocurre en el socialismo, no recuerdo que ningún líder izquierdista de los últimos años lo haya reconocido abiertamente como lo hizo AMLO la semana pasada. El presidente mexicano, en su copia del programa “Aló Presidente” de Chávez, habló de que el Gobierno debe atender a los pobres. Renglón seguido afirmó que a los “animalitos” hay que darles alimentos. “Ni modo que se le diga a los animalitos: a ver vete a buscar tu alimento. Pero en la concepción neoliberal todo eso es populismo”.
“Los pobres son como animalitos”.
Así la visión de mi presidente ??pic.twitter.com/oK2QuqKSEK
— Chumel Torres (@ChumelTorres) March 29, 2019
En varios aspectos todo esto es muy preocupante. Por un lado está lo que implica tener una población cautiva, gente a la que le quiebran las piernas y luego le prestan la silla de ruedas a cambio de que apoye al político en el poder. Pero de otro lado, AMLO ha atravesado una especie de línea roja, ha dicho abiertamente que lo que quiere es tener unas mascotas a las que dará croquetas a cambio de lealtad.
Que se haya atrevido a tanto, apenas terminando sus primeros 100 días, muestra lo confiado que está. AMLO tiene en estos momentos, según la encuesta realizada por El Financiero y Reforma, una extraordinaria aprobación del 80%. De las encuestas hechas a finales de marzo, al respecto de su labor, la cifra más baja era la de Mitofski, que arrojó un 67 %. Si López Obrador mantiene estos altos niveles de aprobación después de su declaración de los “animalitos”, quedará claro que la mayoría de mexicanos no están engañados, simplemente quieren ser tratados como mascotas.
Hay quienes creen que el capitalismo es solo una cuestión de bancos y bolsa de valores, y esa es una parte importante, pero detrás de todo se trata de valores, de ética. Una sociedad en la que la mayoría de su gente no quiere trabajar y está dispuesta a ceder su libertad a cambio de que le aseguren unas migajas, es una sociedad condenada al fracaso.
Los mexicanos liberales tienen muy poco tiempo para hacer caer en cuenta a sus connacionales de lo que implica una vida de esclavitud y lo que implica el socialismo. Porque lo que muestra la experiencia es que si el socialismo triunfa, ni siquiera habrá croqueta. Hoy en Venezuela la gente incluso se come a los perros callejeros.