La ventaja del autoritarismo competitivo para gobernantes es que obtienen lo más cercano al poder de la dictadura, con mínimo costo en legitimidad. Su desventaja es que requieren un apoyo más numeroso. La mayoría elige y soporta, activa y pasivamente, gobiernos democráticos. Se puede establecer el autoritarismo, o la dictadura, con apoyo mayoritario. Ya establecidos, únicamente requieren apoyo minoritario. Varía dependiendo del tipo de gobierno la minoría que lo sostendría en el poder. Al totalitarismo le alcanza la proporción de esbirros sobre población que un pastor usaría para controlar con perros sus borregos, es decir, cerca de 2 %. La dictadura que no ha llegado al totalitarismo requiere de algún apoyo de uno o dos entre cada diez adultos. El autoritarismo competitivo cerca del doble.
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Por eso el socialismo revolucionario en Venezuela asumió la dictadura. Perdió el apoyo necesario para mantener el poder mediante el autoritarismo competitivo. Apuran el salto de una dictadura al totalitarismo forzando porque la dictadura es inestable.
Maduro pretende con su constituyente comunal instaurar su propio poder soviético. Una asamblea constituyente en que no más del 25 % de votantes elegiría más del 50 % de representantes. Empieza invitando partidos de oposición a una reunión para presentarles la convocatoria y sus bases como hechos consumados. Nuevo sistema busca nueva oposición oficial.
Aunque hay varias negociaciones bajo la mesa, algunas trascienden y otras no. A eso los partidos más representativos del socialismo opositor no fueron porque no es cierto que la mayor parte de los que protestan confíen en el liderazgo político de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Alianza de partidos socialistas tan diversa que hasta incluye uno que no es socialista.
Con las reglas desventajosas del autoritarismo competitivo habían llegado al punto en que el socialismo en el poder únicamente podía entregarles el gobierno que les otorgarían las mayorías, o asumir la dictadura. Pero la voluntad política del chavismo para “institucionalizar” lo que su propia fiscal general denominó “ruptura del orden constitucional” borrando esa constitución, destituyendo poderes públicos y garantizando que su minoría imponga el totalitarismo para someter a la mayoría, es clara.
Lo de pescar en la confusa oposición una oficial a la medida por ahora no les funcionó. Los partidos opositores que, nos guste o no, son más representativos no asistieron. Entre las organizaciones políticas opositoras que asistieron la mayoría rechazó esa constituyente y al menos uno rechazó incluso el socialismo.
El apoyo inmediato “fuera” de sus decrecientes filas se limita a partidos comprados o judicialmente ocupados. Pero están decididos. Si algo sacó en claro de esa reunión quien asistió y quien no es que el gobierno no quiere retroceder. Muy a pesar del que bajo la mesa aparente negociar la entrega del gobierno reteniendo gran parte del poder. Entretiene a los otros. Y si todo les sale mal usarían como puerta de emergencia alguna de esas negociaciones.
Me comentó un conocedor que en Venezuela hay poco menos de 3300 funcionarios de elección popular. Y no está claro cuánto de gobierno comunitario, sin ámbito territorial claro y electo mayormente por asambleas partidistas, cuya legalidad no depende de votantes, sino de arbitraria certificación ministerial. La apuesta, desde la reforma constitucional que en su momento perdió Chávez en referéndum, es imponer lo segundo borrando lo primero.
No se realizaron elecciones municipales porque el socialismo en el poder perdería la abrumadora mayoría de gobernaciones y municipios densamente poblados. Estaría por verse cuántos municipios poco poblados retendría actualmente.
Es una de las razones por las que el socialismo en el poder se planteó la municipalización de la parte competitiva de las elecciones para su constituyente comunal. Si unos pocos habitantes de muchos pequeños municipios eligen el mismo número de representantes que cientos de miles en grandes centros poblados la desventaja territorial para el socialismo opositor sería clara. Por esa vía pretenderían neutralizar en parte el aspecto competitivo de la elección de su constituyente comunal. Todo lo demás, no menos del 50 % de representantes, la postularían y elegirían sectorialmente con listados clientelares de población cooptada por el socialismo en poder. Eso es lo que pretenden, y están muy determinados a lograrlo, cueste lo que cueste.
El socialismo opositor no se presentó a las elecciones parlamentarias del 2007 pretendiendo deslegitimar al socialismo en el poder sin éxito. Desde entonces jugó dentro del autoritarismo competitivo atrincherado en la certeza de algunos espacios propios. Apostó por la creciente impopularidad que los resultados de su gestión ocasionan al socialismo en el poder. Y así ganó la abrumadora mayoría del Poder Legislativo Nacional.
Que funcionarios electos fueran despojados de presupuestos y funciones, no les hizo temer lo que ocurriría con la Asamblea Nacional, y sucedió. Pero confiaron los socialistas opositores en que las cercanas tres elecciones siguientes (estatales, municipales y presidenciales) imposibles de ganar para el socialismo en el poder lo forzaban a entregar el gobierno o asumir la dictadura. Eligió lo segundo. Y busca lo que entiende por paz, estabilidad totalitaria borrando de un plumazo constituyente la acorralada Asamblea Nacional, todo los espacios opositores, las reglas electorales, a la díscola Fiscal General y la propia Constitución cuya ruptura pende como espada de Damocles sobre el chavismo.
Al final, lo que pretenden es mantener y escalar la represión policial, militar y judicial. Diezmar al socialismo opositor, mientras lo entretienen con negaciones secretas e invitan a diálogos abiertos. Imponer su constituyente comunal en términos que su exigua minoría se garantice el postular y elegir a la mayoría de una constituyente que desaparecería el tablero en que perdían su propio juego. Que la oposición participe o no es esa constituyente no cambia nada. La diseñan para que la mayoría sea minoría o no esté. Si tienen éxito, habrían completado el más rebuscado autogolpe posmoderno para instaurar el totalitarismo. Y la miseria que llaman paz.