Nicolás Maduro fue nombrado candidato por un caudillo moribundo ante la inminente crisis económica que a los efectos del socialismo sumaba la caída del precio de petróleo. Gana dudosamente por estrecho margen con un poder electoral controlado por su partido. El apoyo electoral del chavismo bajo su presidencia se recupera en la elección regional posterior. Y se desmorona definitivamente en la derrota electoral legislativa. La saliente Asamblea nombra apresuradamente nuevos jueces en la Sala Constitucional violando procedimientos constitucionales. Esos jueces se ocuparon de anular al poder legislativo de mayoría opositora, sentencia tras sentencia, hasta que su propia Fiscal General declarase aquello una “ruptura del orden constitucional”.
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Imposibilitado para ganar elección alguna, el socialismo en el poder en Venezuela retrasó toda elección indefinidamente. Se preparó para inhabilitar organizaciones y dirigentes del socialismo opositor. Ya en el caso de Leopoldo López se denunció que el tribunal se negó a aceptar pruebas de descargo forzando la condena cual corte tutelada por una CICIG. Ahora se denuncia que jueces encarcelan activistas políticos para quienes fiscales piden juicios en libertad. Se rumorea la presunta desobediencia de la policía política a órdenes judiciales de libertad. En Venezuela hace mucho que la política se impone sobre el derecho.
El paso del autoritarismo competitivo a la dictadura mediante sentencias judiciales que violan la Constitución pende como espada de Damocles sobre el chavismo mientras esa Constitución esté vigente. Obviamente quieran matar dos pájaros de una pedrada. Lo anunciaron antes de perder la elección parlamentaria. “Si se diera ese escenario, negado y transmutado, Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política y nosotros defenderíamos la revolución, no entregaríamos la revolución y la revolución pasaría a una nueva etapa” afirmaba Maduro en 2015. No se había instalado la Asamblea electa cuando exhibió su asamblea del poder comunal sesionando en el Palacio Federal.
Una Sala Constitucional que se atribuye el monopolio de la interpretación constitucional es materialmente un tribunal constitucional por encima del Tribunal Supremo del que forma parte. Pero quienes creían que ese politizado tribunal no anularía al poder legislativo como se había anulado autoridades regionales electas –lo declaró a la prensa tras las legislativas el hoy presidente del acorralado Poder Legislativo, Julio Borges– vieron que bajo el socialismo revolucionario la política se impone al Derecho.
La Constitución de 1999, en su momento clave de la instauración del proyecto revolucionario le es hoy impedimento del camino al totalitarismo. Razón tuvieron quienes temieron que “El Plan de la Patria” y la “Asamblea Comunal” llegaron para imponerse sobre la Constitución. No es sorpresa, creencias, dogmas y tradiciones socialistas lo telegrafiaban.
El antecedente es la muerte de la Constitución de 1961. El chavismo llegó al poder bajo una Constitución que su caudillo calificó de moribunda jurando el cargo. Carecían de mayoría en las cámaras para adelantar las previstas, enmienda o reforma, e incluir su asamblea constituyente para una nueva constitución, sin violar la vigente. El Tribunal Supremo presidido por Cecilia Sosa garantizó esa Asamblea Constituyente sin enmienda ni reforma en clara violación de la Constitución. Violar la Constitución mediante sentencias del máximo tribunal es fundacional en la llamada V República. Necesitaban una Asamblea en que una mayoría electoral simple eligiera la mayoría abrumadora de representantes. La lograron con las normas electorales de su Constituyente.
Repetirlo con la minoría electoral que hoy tienen sería suicidio político. No es una Constituyente como aquella lo que buscan. Es la instauración de un poder soviético tropical. Lo único claro al primer anuncio es que pretenden nombrar materialmente a dedo, como mínimo cerca de la mitad, o quizás la totalidad de esa seudoconstituyente. En neolengua socialista las cosas suelen significar lo contrario. Lo vio Orwell del socialismo soviético y acertadamente lo adelantó para todo totalitarismo.
Por eso Maduro anuncia su constituyente comunal “de elección directa por todo el pueblo”. E inmediatamente explica que consejos comunales, sindicatos oficialistas, misiones y otras instancias de dudosa legalidad, pero bajo claro control de partido de gobierno, elegirían sus propios representantes.
Elección directa por todo el pueblo en labios revolucionarios significa elección de segundo grado, sectorial y restringida. Puede aspirar a nombrar a dedo todos, o simplemente los suficientes para transformar su evidente minoría electoral en una abusiva mayoría constituyente. A efectos prácticos es lo mismo. Desaparece toda elección que ha retrasado y la presidencial que lo amenaza. Y mata la propia Constitución de 1999 cuya ruptura pende ahora inevitablemente sobre su poder.
Y claro. La oposición socialista en lo inmediato niega toda validez a la convocatoria. Lo que haría una parte de aquélla, ante la materialización de la amenaza, es impredecible. Lo único claro es que lo anunciado es la vía por la que decide evitar la revolución someterse a elecciones que no puede ganar. Inventando su peculiar elección ad hoc que se garantiza sectorizando y limitando el voto.
Y claro, el objetivo a largo plazo sería replicar en la nueva constitución como norma permanente de su democracia comunal socialista lo que materialmente han impuesto en la mayoría abrumadora de consejos comunales existentes. Que únicamente aquellos en que una minoría chavista se impuso a una mayoría acallada fueran legalizados, mientras aquellos en que no se impusieran, no lo fueran. Hay excepciones ciertamente, por desidia de los comisarios políticos a cargo, pero son minoritarias y en última instancia las usan como falsa evidencia de pluralismo democrático. Todos sabemos que hay partes del territorio nacional cuya población vive materialmente bajo el terror de ese tipo de control totalitario en ciernes.
El salto cualitativo consiste en extenderlo a todo el territorio y someter definitivamente a toda la población. Al borde del abismo la revolución socialista ha decidido forzar a Venezuela entera a dar un paso al frente. Que lo logre o no está por verse.