En Venezuela, a la brutal represión de protestas opositoras por fuerzas policiales, militares y revolucionarios tonton macoutes rojos, la acompaña la propaganda que pretende invertir la realidad. La violencia represiva cuenta nuevamente varios muertos (se denuncian torturas, detenciones ilegitimas y juicios amañados), pero la publicidad del socialismo revolucionario desespera por victimizarse. Mientras, respaldan con militarización su anulación del Legislativo de mayoría opositora. Elecciones y sus fechas pasaron de derecho a “graciosa concesión” negable a capricho. Tonton macoutes rojos atacaron un Cardenal en la misa más importante de la semana santa capitalina. La propaganda pretendió culpabilizar víctimas y victimizar agresores.
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Parecería su mayor mentira el insistir en la paz. Pero no. La paradoja no es que hablen de paz con las manos manchadas de sangre inocente. Es que lo creen. ¿Qué entienden por paz los esbirros y sus jefes del socialismo revolucionario? Marx lo dejó claro afirmando: “El significado de paz es la ausencia de oposición al socialismo”. Simplemente, para los socialistas en tanto exista oposición no habrá paz.
La dictadura socialista revolucionaria únicamente retrocederá cuando las circunstancias la obliguen. Entonces intentará dar “un paso atrás, dos adelante”. Que lo logren o no es otro asunto. Pero es una ingenuidad suicida negarse a ver que siempre lo intentaran.
La autentica paz exige la derrota del socialismo. Y la derrota del socialismo pasa por el que salga del poder la dictadura socialista revolucionaria. No por que pase su poder de hecho de unos a otros, entre ellos mismos. Pero siendo la abrumadora mayoría de la oposición a su vez socialista, aunque moderada, la paz no se alcanzará completamente hasta que el socialismo deje de ser la ideología –radical o moderada– prevaleciente. La paz depende del que en la conciencia de los hombres prevalezca un orden moral civilizado. Orden que resumió Benito Juárez, tras el derrocamiento del Segundo Imperio Mexicano, cuando planteó:
” […] encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Esa es la verdadera paz. No “fin de toda la oposición al socialismo”. Es fin de toda intolerancia totalitaria que apoyada en el resentimiento envidioso pretenda imponer el socialismo. La paz de la civilización sería inseparable de la libertad, principalmente porque sin libertad sería lógicamente imposible que la paz realmente dependiera de la aceptación voluntaria de una obligación pasivamente universal: respetar “el derecho ajeno”.
¿Derecho ajeno a qué? Suele preguntar retóricamente el socialista promedio para iniciar peroratas de consignas, falacias y mentiras. Pues: derecho a sí mismo. Antes que algo más, el hombre requiere el derecho inalienable a su propia consciencia de individualidad. Del descubrimiento de la individualidad nace el reclamo del derecho a todo lo que legítimamente le corresponde. Como la perpetua voluntad de dar a cada cual lo suyo definió Ulpiano la justicia.
La propiedad de aquello que descubre y/o produce cada cual, con sus individuales y diferentes habilidades, preferencias y posibilidades, es justa. La expresión libre de la propia individualidad en todo lo que no dañe los derechos ajenos es justa –y sentimientos no son derechos– Intelectual, moral o material, la diferencia no es injusta en sí misma. Depende del que fuera justo o injusto lo que la ocasionó. Y en tanto se ha respetado la individualidad, la libre voluntad y la propiedad privada. No hay injusticia alguna en resultados imprevisibles de infinidad de intercambios voluntarios interdependientes. Es lo que el resentimiento envidioso les impide aceptar a los socialistas, moderados o radicales. Que no es en la diferencia, sino en la restricción de la libertad que hay injusticia.
Solzhenitsyn es uno de los que mejor nos hace comprender como para conservar el relativamente cómodo espacio de una muy reducida tranquilidad, renuncian fácilmente las mayorías a la libertad de conciencia. Shoeck, muy posiblemente sea quien mejor explica cómo la mala conciencia de rendirse moralmente les hace envidiar secretamente a cualquiera que no se someta de aquélla forma:
“La sociología del poder y del dominio debería tener en cuenta el factor de la envidia cuando observa que algunos de los que se someten al poder desean que otros […] se sometan también, para ser todos iguales. Fenómenos como el Estado totalitario, la moderna dictadura, sólo se entiende a medias en la sociología si se pasan por alto las relaciones sociales entre los ya igualados y los todavía inconformistas. […] hombres, ya sometidos al nuevo poder […] casi siempre, desarrollan una acusada hostilidad frente a los que […] miran con escepticismo al nuevo poder […] El que contra su voluntad, por comodidad o cobardía, se ha adaptado ya, se irrita ante el valor que demuestran los demás, ante la libertad de que disfrutan”.
Un salvaje primitivo desconocería completamente esa libertad de conciencia y su feroz rechazo ante quienes la manifiesten partiría de su perplejidad. Quienes la conocen pueden observar que alguna relación hay entre el producto material de la civilización y la libertad de conciencia. Lo niegan, sustituyendo la perplejidad del salvaje por la racionalización de la envidia acompañada de la negación de la profunda culpa del que rindió su individualidad. Así se empeñan en obligar a todos a rendirse ante mismo el poder al que cobardemente se sometieron para alcanzar “la paz socialista” de la igualdad, mediante la miseria material y moral. Es a esa “paz socialista” a lo que oponen desesperadamente quienes en la calles de Venezuela protestan. Es para imponer esa “paz socialista” que están dispuestos a todo quienes les reprimen. Y fue cada vez negaron la permanente voluntad del socialismo en el poder para imponer por la fuerza su “paz socialista” que fallaron desastrosamente los líderes políticos del socialismo opositor.