
Aunque hoy parezca una práctica extraña, el mercurio ingerido o como ungüento es quizás uno de los elementos que mayor uso llegó a tener como medicina en diversas regiones del mundo antiguo. Los alcances farmacológicos del mercurio abarcaron diferentes usos: desde un simple afrodisíaco hasta la fórmula para tratar enfermedades en la piel, desparasitar y combatir la fiebre amarilla, el tifus y la sífilis.
Eventualmente, en 1557, el médico francés Jean Fernel, llegaría a descubrir los síntomas del envenenamiento por mercurio, lo cual iniciaría una larga ruta hasta el desuso de este metal como un remedio directo.
En la actualidad, sería impensable que esta receta probada tóxica y mortal sea prescrita para tratar alguna de las enfermedades mencionadas. Las instituciones educativas y sus facultades de medicina y farmacología alrededor del mundo, difícilmente enseñan a sus estudiantes que un procedimiento plausible para tratar la sífilis incluye ingerir o untar mercurio en el paciente.
Aunque a veces pareciera claro que en la ciencia y en la academia es posible desechar las fórmulas obsoletas, en las facultades de ciencias sociales esto no está ocurriendo, ni en Colombia, ni en el mundo.
El mejor ejemplo de esto es la enseñanza de la planificación central como sistema de organización social viable. Peor aún, a pesar de que suene increíble -como una cucharada de mercurio para tratar la fiebre amarilla- el socialismo sigue siendo enseñado a los estudiantes alrededor del planeta como un camino para la prosperidad y la libertad, a pesar de la evidencia.
En este sentido, vale la pena recordar que tan solo algunas décadas después de la publicación del primer volumen de El Capital de Karl Marx, el economista austrohúngaro Eugen von Böhm-Bawerk en 1896, ofreció desde la simple lógica, una refutación completa a las premisas sobre las que Marx construyó su teoría.
Algunos años más tarde Ludwig Von Mises en un corto artículo titulado “El Cálculo Económico en la Comunidad Socialista” explicó los problemas de coordinación que se generan en un sistema de planificación centralizada que, al eliminar la propiedad privada, vuelve imposible determinar los precios que surgen como consecuencia de los intercambios voluntarios. De esta forma, a través de la planificación centralizada se suprime la posibilidad de generar el conocimiento necesario para que la economía funcione.
Fue tan acertado el análisis ofrecido por Mises que la Unión Soviética lo probaría como cierto, al tener que valerse de los precios generados en economías de libre mercado para poder establecer los precios oficiales de los productos.
Más allá de la teoría pura, es posible que en la academia algunos empiristas quisieran observar el funcionamiento real del socialismo y su dinámica política interna antes de emitir juicios. Al respecto, Jean-François Revel en una sencilla frase, expuso de forma clara la conclusión empírica a la que inevitablemente se llega. Explicó Revel:
“Lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino su construcción en 1961. Era la prueba de que el socialismo real había alcanzado un grado de descomposición tal que se veía obligado a encerrar a los que querían salir para impedirles huir”.
Dicho de otra forma, desde 1896 se tiene claridad sobre los errores metodológicos y conceptuales que abundan en la mismísima base teórica del denominado socialismo científico. Desde 1920 el mundo académico cuenta con una explicación lógica de la imposibilidad del socialismo y la incapacidad que este sistema ofrece para conocer cuáles son las necesidades humanas y, en consecuencia, la mejor manera para satisfacerlas. Además, desde 1961 se sabe, empíricamente, que el socialismo fracasa de una manera monumental y que se ve obligado a encerrar a sus habitantes para que no huyan en estampida.
Por si fuera poco, en América Latina se ha visto con los ejemplos prácticos desde 1959 en Cuba y 1998 en Venezuela, cómo al implementar este sistema de ideas se tiene la consecuencia inevitable una la condena ineludible de hambre, opresión y miseria.
Intelectuales de todas las tendencias se sorprenden a ver los resultados de la implementación de sus ideas y pronto, en lugar de revisar la teoría, prefieren negar la realidad. Este es el caso de profesores como Richard Wolff en Estados Unidos o de políticos como Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo en Colombia, quienes recientemente intentaron vincular el fracaso de Venezuela a su dependencia petrolera y no al sistema que defienden.
Pero Venezuela es tan socialista como se puede ser. El socialismo, al ser producto de un error lógico, solo puede ser implementado en un mundo ficticio donde las leyes que le dan forma a la realidad no operan de ninguna manera. Por eso cuando se implementa en este mundo, se obtienen siempre los mismos resultados desastrosos y enseguida una declaración de algún intelectual afirmando “esto no era el verdadero socialismo”.
Así que sorprende/aterra que a pesar de la evidencia, se cuente con un ejército de profesores que caminan en dirección contraria a la realidad y aún imparten en sus clases al socialismo como un sistema viable. Para ser claros, enseñar el socialismo como alternativa en una facultad de ciencias sociales es el mayor triunfo de la antiacademia, es el equivalente a contar con chamanes dando clases de neurología quiropráctica.
Es importante entender que la tragedia venezolana no empezó en 1999 sino mucho antes, en las facultades de ciencias sociales en la que los intelectuales, cegados por la soberbia, formaron a líderes y generadores de opinión en ideas opuestas a la lógica elemental, las mismas ideas que llevaban refutadas por décadas en la teoría y la práctica.
Esto no significa que no se deba hablar del socialismo en las aulas, ni mucho menos que no se deban leer los libros que parten de esta visión errada. Al contrario, es fundamental leer y discutir todo lo que caiga en las manos de los estudiantes, incluyendo, por supuesto, todos los autores socialistas. Sin embargo, el ejercicio debe ir acompañado de un contraste con teorías diversas y la mismísima historia para que se pueda ver al socialismo por lo que es: el triunfo de la antiacademia y el mayor fraude intelectual de los últimos siglos.