Prueba superada. Luego de las dudas y la incertidumbre sobre la posibilidad de Argentina de realizar una Cumbre de la envergadura del G20, con los máximos líderes a nivel mundial, el país cumplió con la tarea. En la previa de la reunión hubo sospechosos ataques “anarquistas” en Buenos Aires y el fútbol argentino pasó por su vergüenza más grande: la pérdida de la localía en la esperada final de la Copa Libertadores de América entre River y Boca, luego de bochornosos actos de violencia.
Sin embargo, la organización fue eficiente y toda la Cumbre se desarrolló con total normalidad. Incluso de forma más tranquila que su predecesora en Alemania, que registró serios inconvenientes y actos de vandalismo en Hamburgo.
Pero con el G20 se fue el Macri comentarista liberal. El líder de Cambiemos, en cuanta presentación pública brindó durante el importantísimo evento, no se cansó de hablar maravillas en favor del libre comercio, de alabar la modernidad y de criticar enfáticamente a la burocracia y las regulaciones contraproducentes. Insistió con que el libre intercambio es el único motor de desarrollo, pero esta mañana volvió la ciclotimia presidencial.
En varias oportunidades hicimos referencias a la antinomia del discurso presidencial con relación a las políticas impulsadas por el Gobierno y sus legisladores en todo el país. Pero en una conferencia de prensa de esta mañana, Macri se contradijo en el marco de la misma presentación. Luego de hablar de la necesidad de tener tratados de libre comercio con todo el mundo, el presidente argentino no tuvo el coraje de criticar la pésima ley de contratos de alquileres que impulsaron sus propios legisladores.
Ante la pregunta de un periodista sobre si el Poder Ejecutivo seguía considerando prioritaria la ley de regulación, que deja en un segundo lado los intereses de las partes e impone un contrato arbitrario, Macri dijo que sí.
Hay que reconocerle al presidente argentino que, aunque no diga la verdad, “se le nota”. El Macri que habla de libre comercio se entusiasma y su versión que defiende el dirigismo es mucho más opaca. La defensa de las ideas, que luego no aplica, las hace con otra voz, con otra mirada. Se nota que cree que el camino es por ahí. Pero a la hora de defender a los taxistas y cerrarle el paso a Uber o al momento de reconocer que el Gobierno no abandonó la intención de aprobar esta legislación contraproducente, Macri lo hace de forma breve, sin intensidad y deseando salir del tema en cuestión lo antes posible.
Pero si el jefe de Estado tiene buenas ideas, pero no se anima a desarrollarlas, al fin de cuentas es prácticamente lo mismo. Incluso podría llegar a ser peor. Si Argentina continúa en la senda del estatismo, el dirigismo y los impuestos agobiantes, Cambiemos no llegará a buen término. Y sin dudas que los populistas que se propongan sucederlo no harán referencia a las políticas aplicadas y sus consecuencias. Harán un balance del discurso de Macri y del resultado de su gestión.
A esta altura del partido es claro que los enemigos de la mejor agenda del presidente no están solamente en la oposición, sino que son parte de su alianza gobernante. En muchos casos, incluso, en su mismo partido. Los sobresaltos y corridas que llevaron a una mega devaluación del peso en los últimos meses deberían haberle confirmado a Macri que con su discurso no alcanza y que hacen falta reformas. Esas mismas que dice, pero que hasta ahora no hace.