El peronismo volvió y lo hizo con todo. Recuperó la nación, la provincia de Buenos Aires, encolumnó en el mismo espacio a legisladores y gobernadores y, por ahora, goza de unidad en el marco del Frente de Todos. Claro que esto puede volar por los aires en cualquier momento, sobre todo si tenemos en cuenta la presencia de Cristina Kirchner. Pero por ahora el deseo por mantener el poder parece ser más importante que las discusiones internas.
Por el lado de la oposición, la cosa es compleja. Mauricio Macri accedió a la presidencia con un partido minoritario, respaldado por una fuerza tradicional, que le dio el soporte a nivel nacional. Desde que Cambiemos volvió al llano, es difícil imaginar al “exoficialismo” como un espacio unificado. Macri no está muy convencido de liderar la oposición y en su partido, el PRO, ya tiene voces críticas que piden recambio. La Unión Cívica Radical tiene un sector importante que no quiere saber nada del macrismo y la Coalición Cívica de Elisa Carrió quedó descabezada: la fundadora de la CC dijo que se retirará de la política grande.
Pero aunque no haya mucha coincidencia política entre los espacios, sí hay absoluto acuerdo ideológico: todos expresan el mismo modelo socialdemócra, a veces más “social” que “demócrata”. El discurso estatista es exactamente el mismo que el que expresa hasta ahora Alberto Fernández. Es decir, no hay diferencias conceptuales entre el oficialismo y la oposición. Para colmo de males, lo único que escapa a ese espacio monocolor de todo el centro político es la extrema izquierda, que para diferenciarse, lo único que hace es radicalizar su discurso. De esta manera, la política argentina tiene un discurso que va de la centro izquierda hacia el marxismo puro y duro.
En las elecciones pasadas, el economista liberal José Luis Espert fue el único que presentó un discuro diferente. Sin embargo, la polarización entre kirchnerismo y antikirchnerismo se llevó todo. Muchos votantes que manifestaban deseos de votar a Espert reconocían que votarían a Macri, para tratar de frenar al populismo. Aunque todo quedó claro después de las elecciones primarias de agosto, mucha gente votó a Macri, que mejoró y creció para las generales, pero que no lo alcanzó para ganarle a Alberto.
Hubiera sido más inteligente respaldar al candidato liberal y dejarlo con un 5% o 6% luego del debut, pero el trauma del kirchnerismo lo redujo al 2%. En las elecciones de medio término de 2021 se abre una oportunidad.
El discurso uniforme de todo el mainstream político le brinda a un espacio diferente un micrófono asegurado. El hecho que los próximos comicios sean legislativos y no para el Ejecutivo, también brinda una oportunidad.
La conformación del mapa político argentino abre la puerta a una opción liberal o de centro-derecha que tendrá un público amplio, muy interesado para escuchar. Pero para eso, por ahora, hay que olvidarse de las presidenciales de 2023, poner objetivos humildes pero concretos y tratar de conseguir un representante legislativo por distrito. Pero aunque falta un año y medio para las parlamentarias, hay que empezar ahora.
La misma situación que en 1983, o peor…
Corría el año 1983 y Argentina, en su primera elección democrática luego del proceso militar, se debatía entre dos candidatos que decían prácticamente lo mismo. Raúl Alfonsín, el expresidente radical que finalmente se impuso ese año, e Ítalo Luder, el primer candidato a jefe de Estado peronista post Perón, proponían solucionar los problemas del estatismo con más estatismo. Alfonsín terminó entregando el mandato de forma anticipada en medio de una hiperinflación, pero si hubiese gando Luder (realizando su plan económico de campaña), el resultado hubiera sido exactamente el mismo.
Aunque pasaron 36 años, la situación argentina sigue siendo la misma. En este video, el ingeniero Álvaro Alsogaray (1913-2005), se queja ante Mariano Grondona y Bernardo Neustadt porque los postulantes del radicalismo y el peronismo, que finalmente ni debatieron en público, proponían exactamente lo mismo. “Si usted toma la plataforma peronista, escucha a los dirigentes peronistas y toma la plataforma radical y escucha a los dirigentes radicales…dígame, ¿en que van a disentir?”, señalaba el economista liberal.
En aquella oportunidad, Alsogaray se presentaba con posibilidades para el Congreso y, simultáneamente, con una candidatura testimonial a Presidente de la Nación. Los periodistas, que le reconocían al economista que sacaría muchos votos para diputado, pero que no ganaría en el ámbito nacional, se llevaron una respuesta del ingeniero que vale la pena recordar hoy: el verdadero voto útil no es el sufragio para una u otra fuerza, en una competencia donde todos exactamente lo mismo es necesaria una inversión a futuro y consolidar una fuerza política, más allá de cada proceso electoral.
Esa inversión no se hizo y así transcurre cada elección presidencial; con el apoyo al menos malo, en un contexto tan paupérrimo que a veces es dificil reconocer cual es el peor de todos. Las elecciones de medio término de 2021 aparecen como un momento ideal como para posicionar una propuesta verdaderamente diferente.