Un socialista opositor venezolano afirmando desde Venezuela –y en buen inglés– que nuestra tragedia no es resultado de aplicar un revolucionario programa socialista contemporáneo es invaluable para la prensa izquierdista de EE.UU. Candidatos sobran en la mayoritariamente filo castrista intelectualidad de mi país. Sobre ellos se destaca un presuntamente moderado columnista del buque insignia de la prensa izquierdista estadounidense.
Lavarle la cara al socialismo tras la destrucción de Venezuela fue lo que intentó en el Washington Post Francisco Toro. Mensaje a creyentes: de violentos encapuchados fanáticos tras banderas soviéticas, a eternamente ofendidos adoradores del ultraizquierdista Senador Sanders, o comparativamente moderados seguidores de Hillary Clinton
El cronista de la destrucción de Venezuela por el socialismo en el poder, complace a todos diciendo que no es nuestro país espejo en que mirarse sobre efectos del socialismo. Poco importan argumentos entre creyentes. Pudo afirmarlo sin argumento alguno. Es lo que quieren oír. Dan por zanjado todo con que “él está en Venezuela” diciendo “no fue el socialismo” la causa de la tragedia.
En EE.UU. –más que en el resto del mundo– los socialistas –incluso radicales– huyen de la pestilencia a muerte del chavismo que ayer aplaudían felices. Y hoy hipócritamente la condenan. La tragedia venezolana mostró como un socialismo revolucionario que llegó al poder en elecciones competitivas podría –en condiciones apropiadas– avanzar al totalitarismo.
Trasformar la democracia en dictadura y hundir la economía en la miseria. La amenaza del totalitarismo –y la miseria material y moral que lo acompañan– asoma potencialmente tras cualquier socialismo democrático. Incluso en democracias de larga data con economías desarrolladas y prosperas.
Aunque argumentos –y hechos– sean tan irrelevantes para creyentes, es bueno revisar los dos a que se limitó Toro:
- En todos los países de Sudamérica se ha elegido este siglo algún presidente socialista sin tener automáticamente otra Venezuela.
- No es porque fueran menos radicales. Evo Morales es radical –verdugo de la débil democracia boliviana–. Expropió la industria de hidrocarburos –y otras–; pero exhibe crecimiento económico y reducción de pobreza.
Venezuela, según Toro, sería única e irrepetible. La causa de nuestros males, insiste, no es la ideología que inspiró todas y cada una de las acciones de quienes aquí gobiernan. Sino que sean “anti-intelectuales, autoritarios y criminales”. Cualquier ideología, dice Toro, terminaría en desastre con gente así. Y gente así, insinúa él, estaría hoy a la cabeza en EE.UU. No es a Sanders, sino a Trump, a quien Toro quiere que asocien los estadounidenses al socialismo venezolano. Parece un mal chiste, pero no lo es.
No niega Toro la extendida corrupción continental de todos y cada uno de los gobiernos del Foro de Sao Paulo. Ni niega las tendencias autoritarias de esos gobiernos. Esquiva la tragedia nicaragüense limitándose a Sudamérica. Y desmonta su propio argumento. Porque si no son menos criminales ni menos autoritarios que los de Venezuela sus gobernantes socialistas, como inadvertidamente admite.
¿Qué salvó a esos países del desastre cuando tuvieron a la cabeza perfectos equivalentes de quienes han destruido Venezuela? Pues menos irresponsabilidad en las finanzas públicas, insinúa Toro, como única respuesta en que no se contradice él mismo.
Ignora que si el chavismo hubiera hecho lo mismo sin ocasionar una hiperinflación, sus crónicas de millones de refugiados huyendo de la miseria en un país al borde de la hambruna hubieran llegado años antes. La inflación prolonga en el tiempo un déficit público insostenible. Hiperinflación es efecto inevitable de insistir demasiado tiempo en el financiamiento inflacionario del déficit.
Cerca de dos tercios de la economía venezolana desaparecieron en los 20 años del chavismo en el poder. Fue socialismo: Expoliación de la economía privada como política de Estado. La hiperinflación venezolana resultó de disfrazar esa represión –y sus efectos empobrecedores– con gasto populista insostenible.
La diferencia entre Venezuela y el resto del continente –dando por válida la definición de gobiernos socialistas de Toro– sería que aquí sufrimos más de medio siglo ininterrumpido de gobiernos socialistas. Ya en 1945 llegó una camada de militares golpistas que creían en el Estado dirigiendo la economía y reservándose el monopolio de empresas estratégicas. Y tras aquello no se eligió democráticamente un presidente que no fuera socialista, ni en el siglo XX, ni en el XXI.
De aquellos, uno apenas intentó un muy limitado giro al mercado de apenas 3 años. Contra eso se alzaron las armas, las plumas, las tarimas, los púlpitos y las chequeras de militares golpistas, intelectuales marxistas, políticos socialistas, sacerdotes filo marxistas y empresarios mercantilistas. Siguió primero el decidido regreso al socialismo de costumbre. Luego el salto al vacío con el socialismo radical actual. Y la miseria.
Insista por décadas en más y más socialismo. Niegue que la improductividad y empobrecimiento resultantes sean producto del socialismo. No permita otra alternativa política al socialismo moderado que el socialismo radical. Insista en legitimar la envidia y el resentimiento como dogma en academia, cultura y entretenimiento. Persiga y censure todo lo que no sea socialismo en sentido amplio. No haga política desde la razón sino desde sentimientos, principalmente resentimientos.
Y sin importar lo desarrollada democrática y prospera de su sociedad, más temprano que tarde alcanzará a Venezuela en la miseria. Es la lección de la tragedia venezolana. Venezuela estuvo entre las economías más prosperas del mundo. Tras cinco décadas ininterrumpidas de gobernantes socialistas que se declaran democráticamente electos. Cierto de 1958 a 1988. Dudoso de ahí en adelante. Falso hoy.
Venezuela prueba que el socialismo democrático puede conducir al totalitarismo socialista reteniendo el poder suficiente tiempo. Y que los pésimos resultados económicos a largo plazo de todo socialismo únicamente serán corregidos democráticamente por votantes que duden del socialismo. Lo que el socialismo haga a corto plazo para reducir pobreza, causará mayor y peor pobreza a mediano y largo plazo.
Lo que Toro nos dice que es la virtud de la reciente ola socialista en Hispanoamérica sería la reducción de la pobreza relativa. Hace poco todavía se lo alababa OXFAM al chavismo en Venezuela. Cuestión de tiempo. No ha ocurrido lo de Venezuela en Bolivia por lo mismo que no ocurrió en Venezuela entre 1999 y 2014, sino entre 2015 y 2018. La única forma de evitar el desastre socialista es abandonar el socialismo a tiempo.
Venezuela demuestra que requiere tiempo el socialismo para reducir una economía antes próspera a la miseria. E imperar sobre sus ruinas. Con suficiente tiempo en el poder será irreversible. De cómo salir democráticamente –a tiempo– del peligro del socialismo electo fueron buenos ejemplos el Reino Unido y Suecia. Y quizás lo serán los países de Hispanoamérica que votaron “no más” recientemente.
Los daños que puede hacer, y el tiempo que requiera, no dependen del que “anti intelectuales y criminales” estén al mando. Dependen de la resistencia institucional temprana a lo peor del socialismo.
No caer depende de división de poderes, más que de votos. Del estado de Derecho, más que del de opinión. De límites al poder. Y, sobre todo, del que las instituciones se sostengan en usos y costumbres, valores y creencias interiorizadas por la abrumadora mayoría de la población. Es lo que falló en Venezuela –poco a poco– por largo tiempo.
Y puede repetirse en donde quiera que se nieguen a aprender de Venezuela lo que la mayoría de los venezolanos se negaron a aprender de todos los socialismos que alcanzaron el totalitarismo. Lo que algunos venezolanos –como Toro– siguen negándose a ver, incluso en medio de esta tragedia.