En Venezuela el chavismo adelantó por ya 17 años un modelo económico inviable mientras destruía con demagogia populista el poco orden republicano y aparato productivo previos. La reinterpretación de la tradición populista y los mitos políticos hispanoamericanos desde dogmas marxistas durante una prolongada bonanza petrolera logró que el PIB actual sea menos de la mitad de lo que era antes de Chávez. La completa y concienzuda destrucción de la economía para hacer a la población dependiente de limosnas del poder es casi completa y en consecuencia la miseria es inconmensurable.
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Los chavistas redujeron su antes mayoritario apoyo a menos de 15 % mientras acorralaban al poder legislativo nacional para neutralizar la mayoría opositora en el mismo. Se atreven a asaltar el parlamento con turbas armadas, como no se veía desde la salvajada monaguista de 1848, porque apuestan todo a su asamblea constituyente comunal con poderes ilimitados y reglas diseñadas para que su ínfima minoría sea mayoría ahí.
La brutal escalada de represión pretende imponer e institucionalizar un sistema por el que una minoría de esbirros miserables someta mediante el terror a la mayoría. Necesitan neutralizar a los hijos de la revolución que hoy la resisten a cualquier costo. El terrorismo de Estado en escalada en Venezuela deshumaniza y criminaliza cualquier disidencia empezando con propaganda y terminando con tortura y asesinato.
La más ineficiente de las ineficientes colonias soviéticas fue Cuba. Su economía, próspera antes del socialismo se hundió en una miseria y atraso cuya magnitud solo fue clara tras el colapso soviético. Una población al borde de la hambruna sometida a la tiranía de una minúscula nomenclatura viviendo entre la relativa prosperidad de los esbirros y la abundancia principesca de los Castro. La Venezuela bolivariana fue entregada como colonia de aquella miseria por su propio presidente electo. Y exprimida mientras avanzaba la destrucción completa de su economía. En menos de dos décadas de neocolonialismo socialista cubano caímos en la miseria.
De sostenerse el proyecto totalitario encabezado por Maduro, la destrucción continuaría en medio de la represión, la hiperinflación y la violencia política y criminal alcanzando cotas peores a las de Zimbabue. El proyecto totalitario en Venezuela se permitió impulsar la criminalidad niveles inéditos. El crimen común violento, impune y con control territorial, se extendió y politizó en grupos armados peores de los Tonton Macoutes de Duvalier.
Reciclar al elemento criminal como represor de clases enemigas es una idea soviética. Pero no a la escala incontrolable de Venezuela. La corrupción de sus mandos también es conocida por todo totalitarismo socialista. Pero Venezuela es señalada por expertos como un presunto narcoestado en que el crimen organizado se inserta plenamente en la cúpula de la estructura política y militar del propio Estado. Entre eso y el desastroso manejo monetario nos amenaza algo peor que Zimbabue. Peor que los peores momentos de miseria cubana. La combinación de criminal Estado fallido con totalitarismo socialista expoliador sería la paz del chavismo.
Frente a eso hay una oposición acorralada, aliándose con un chavismo disidente de la rápida escalada totalitaria madurista. El realismo político es simple. Churchill debió aliarse con el genocida totalitarismo soviético para derrotar al genocida totalitarismo nacionalsocialista alemán. Antes la invasión del tercer Reich a la URSS puso fin al cordial pacto militar germano soviético con que repartieron Polonia Hitler y Stalin. Por mera supervivencia es natural que, sintiendo el aliento del totalitarismo en sus cuellos, socialistas opositores y chavistas disidentes intenten cooperar para neutralizar al totalitarismo enemigo común. Es una necesidad presente y una dificultad futura en el mejor escenario posible. El problema está en con que ideas llegan a esa alianza. Aparte del grado en que ese chavismo disidente formó y forma parte de los peores vicios del chavismo en el poder. Aparte de hasta que punto una parte de la oposición socialista se ha involucrado en aquello. Lo que no parecen entender son las implicaciones de la profundidad de la destrucción económica que ya se alcanzó en Venezuela.
Una parte del socialismo opositor aspira a restablecer el consenso socialdemócrata que permitió el lento empobrecimiento con amplio reparto de renta del puntofijismo. Otros coinciden con la disidencia chavista en una alternancia política democrática dentro del proyecto socialista que dibuja la Constitución de 1999. Hay consenso político en gran parte de la oposición venezolana en torno a una pésima constitución. Que la que proyectan los chavistas en el poder sea mucho peor no hace buena a la actual. La hace un mal menor que se debería superar en el momento oportuno. Momento que obviamente no es el presente.
El socialismo moderado del pasado puntofijista y el socialismo populista del chavismo en bonanza petrolera son insostenibles para la hoy miserable economía venezolana. La única alternativa a la miseria es recuperar la prosperidad con mucho esfuerzo, empezando con una reforma monetaria seria y una apertura de mercado mucho más profunda que el denostado “gran viraje” del segundo Pérez. No hay otra forma de reconstruir una economía como la venezolana. Si se intenta una u otra variante del socialismo más o menos moderado en las condiciones internas y externas actuales, la todavía dudosa hazaña de derrotar y sustituir al totalitarismo en el poder abortándolo en su génesis se perdería en la anarquía, la miseria y la violencia. La tragedia de un triunfo del totalitarismo y la tragedia de una irresponsable anarquía son los Escila y Caribdis entre los que tendría que navegar Venezuela para evitar el horror.