Intelectuales y periodistas de izquierda disfrutaron los escándalos de pedofilia en la Iglesia Católica. Y sin duda, culpables y encubridores de aquellos crímenes merecen condena y desprecio. Pero el marxismo –religión que niega serlo– ve en cualquier otra religión una amenaza; y junto al resto de la izquierda señalará lo que avergüence y debilite cualquier iglesia. Con el mismo empeño que encubrirán o minimizarán idénticos crímenes entre los suyos.
Cuando un Obispo presidente socialista fue obligando a admitir la paternidad de un hijo abandonado, intentaron distinguirlo de lo otro. Ya con menores de edad entre sus abundantes queridas, su pedofilia no fue noticia para ellos. Para el periodismo izquierdista los malos no pueden ser los suyos. Si lo son, lo silencian.
Larga y violenta historia
El comunismo medieval y renacentista incluyó teorías –y prácticas– promiscuas. De propiedad común de bienes y mujeres, a poligamia forzosa que garantizó pequeños harenes a caudillos anabaptistas en Münster. Era lo peculiar de comunistas que compartían con sus contemporáneos saqueos, violaciones de mujeres, niñas y niños –captura y venta de esclavos– en guerra que –salvo en paz interna de imperios victoriosos– fue endémica de la edad del bronce al renacimiento.
El mundo antiguo, medieval y renacentista, en unos momentos y lugares toleró y en otros condenó la pedofilia. Parte de aquél comunismo la incorporó, otra la rechazó. Pederastas y violadores ocultos y temerosos de verse expuestos difieren de pederastas y violadores clamando su derecho legítimo al botín humano y la impunidad. Lo primero requiere hipocresía y complicidad. Lo segundo teoría filosófica, política y jurídica justificándolo.
A la escala del soldado común, derecho de conquista era a botín material y humano. Sin lo primero lo segundo es crimen de guerra. En los últimos dos siglos primero pierden legitimidad intelectual y moral las teorías tras derecho de conquista y esclavitud legal. Luego reaparecen renovadas en grandes colectivismos socialistas, nacionalistas y racistas o internacionalistas y clasistas. De la eugenesia e institucionalización del racismo del progresismo demócrata americano, a la industrialización del genocidio –de raza del nacionalsocialismo alemán y de clase del socialismo soviético– se soportaron en teorías del derecho a sojuzgar y exterminar.
El crimen como virtud revolucionaria
Tras el colapso soviético lo peor del socialismo del siglo XX se recicló entre la multiplicación de nuevos proletariados, en infinidad de real o supuestamente oprimidos ahora sujetos revolucionarios. Y la síntesis de maltusianismo y marxismo en seudo-ecologismo colectivista.
Nuevo disfraz del viejo socialismo ecológicamente devastador. La hipocresía marxista –compartida por sus tontos útiles– es doble moral elevada a teoría por fanática creencia irracional aplaudiendo crímenes y vicios de, por y para la revolución. Que un violador serial y pederasta como Lavrenty Pávlovich Beria dirigiera la policía secreta de tal totalitarismo fue resultado necesario de materializar semejante teoría. El criminal marxista, en funciones de revolucionario, se cree legitimado para cualquier crimen y justificado en cualquier vicio.
Antecedente indirecto sería la agitadora bolchevique Alexandra Kollontai insistiendo durante el luego denominado comunismo de guerra en que cualquier unión entre los sexos debía ser socialmente aceptada. De matrimonios múltiples, a monogamia sucesiva o promiscuidad general. Pero la teoría revolucionaria en defensa de la pedofilia llega con la Escuela de Frankfurt. De mayo de 1968 en adelante hay propaganda revolucionaria en favor del incesto y la pedofilia entre aquellos que los comunistas de estricta observancia soviética denominaban despectivamente marxistas culturales.
En 1977 Althusser, Sartre, Aragon, De Beauvoir, Foucault, Derrida y Gluksmann, entre otros, firman un manifiesto banalizando la pedofilia. Exigían ahí respetar el consentimiento sexual de menores de 15 años. Ese año se fundó en París un frente de liberación pedófilo. Exigían que la pedofilia fuera despenalizada y considerada una cultura. Hoy sus sucesores exigen que la consideremos una orientación sexual sana. O una “identidad de género”. Que no se clasifique como enfermedad. Y como antes “respetar el consentimiento” de niños sometidos al sexo por adultos.
Daniel Cohn-Bendit, el más conocido agitador del Mayo del 68 –y líder fundador del partido verde alemán– hizo apología de la pedofilia en entrevistas, narrando sus experiencias sexuales con niñas de 5 años. Luego afirmó que era ficción para escandalizar. Cohn-Bendit publicó en 1973 El Gran Bazar y nuevamente narró las “caricias” con niños de uno a seis años. Aunque Eckhard Stratmann-Mertens, cofundador del Partido Verde y ex miembro del Bundestag, acusó de pedofilia a Cohn-Bendit y otros fundadores del partido.
Únicamente cuando el presidente de la Corte Constitucional Federal, Andreas Voßkuhle, rehusó leer un discurso de entrega del premio Theodor Heuss a Cohn-Bendit. Y su servicio de prensa explicó que “no quería asociar la Corte a los escritos de Cohn-Bendit sobre la sexualidad entre adultos y niños” la prensa “progresista” dejó de mirar a otro lado un instante.
Apenas un instante. El portal de Mediapart pronto retiró un artículo de Nicole Guihaumé, afirmando que Cohn-Bendit tenía imagen pública de “pedófilo reconocido y denunciado por numerosos diputados alemanes”. Tras unos de años de censura e infamia contra quien lo hiciera, por el periodismo de izquierda, ya nadie menciona en medios alemanes el escándalo de pedofilia verde. Y Cohn-Bendit nuevamente pontifica de cualquier tema en grandes medios haciendo el papel de faro moral.
En Colombia, los máximos pederastas –con miles de víctimas– serían comandantes de las FARC ante las que Santos prácticamente se rindió en la Habana a cambio del Nobel de la Paz. Hoy siguen en armas, activas en el narcotráfico, con partido legal, bancada no electa garantizada. Y tribunal especial para disculpar y encarpetar sus crímenes.
Amenazan y persiguen a quienes denunciaron repetidas violaciones de menores y abortos forzados como práctica usual sobre niñas –y niños– secuestrados y reclutados por las FARC. En Colombia no hay paz, ni justicia. Y no hay escándalo internacional sobre esos pederastas. Para los propagandistas de izquierda –muy influyentes en grandes medios internacionales– hay pederastas malos y pederastas buenos. Y de los crímenes de los segundos, no se hace escándalo.