La semana pasada trataba algunos aspectos de la larga y empobrecedora transición de Venezuela al socialismo, desde un mercantilismo tan aproximado a una economía de libre mercado como para lograr medio siglo de acelerado crecimiento económico.
En algún momento se superará al socialismo que ha hundido a Venezuela en la miseria. El socialismo es inviable. A largo plazo mutará en algo cada vez menos socialista, o colapsará.
El socialismo revolucionario en Venezuela ya se sostiene únicamente como dependencia de potencias antioccidentales, que aprovechan un eje de corrupción, terrorismo y narcotráfico. Un terreno pantanoso. Y el empobrecimiento venezolano bajo el socialismo es tan profundo como para que eventualmente se acepte como única solución, una transición al capitalismo.
El petróleo facilitó el hundimiento venezolano en el socialismo Y del tema petrolero dependerá el éxito de una transición al capitalismo, desde estas ruinas socialistas. Las claves serían transferir la renta del subsuelo, ya no al Estado sino a la población, junto a la participación universal de nacionales en la privatización de la industria petrolera, seguida de la captación del necesario nuevo capital adicional, local y/o foráneo. En resumen:
- La transición del socialismo al capitalismo es indispensable para alcanzar el desarrollo, y en una economía en que lo contrario se financió con la apropiación de renta petrolera por el Estado, establecer un sistema capitalista dependerá de la apropiación privada universal y directa de esa renta por la población. Mientras el acceso a la renta sea a través del Estado no se superará una economía mercantilista, en gran parte socialista.
- Como la apropiación de la renta por el Estado se justificó en un subsuelo patrimonio de la Nación, la apropiación privada de la misma pasaría por un esquema universal de usufructo vitalicio que mantenga esa ficción jurídica, superando su apropiación por el Estado. Y como la transición al capitalismo depende del cambio en la estructura de incentivos, el sistema de transferencia, asociado a un sistema de capitalización individual para pensiones, debería crear incentivos de ahorro e inversión propios de una economía de libre mercado.
- La estatización de la industria petrolera marcó la transición del mercantilismo al socialismo. Su privatización paralela a la apropiación directa de esa renta por la población sería indispensable para una transición al capitalismo. Y la transferencia directa y gratuita de la propiedad de la mayoría del capital accionario actual a la población mayor de edad, sería una condición sine qua non de la irreversibilidad de esa transición a corto y mediano plazo.
- Asumiendo un momento de confluencia de voluntad política y consenso cultural mínimo necesarios, la transición del socialismo al capitalismo es posible, pero compleja. El socialismo simplemente se decreta cuando se tiene el poder para imponerlo, aceptando el empobrecimiento material consecuente. El capitalismo no se decreta, emerge espontáneamente del orden espontaneo evolutivo de la sociedad libre, por lo que lo único que podemos hacer es incorporar en el desmontaje del socialismo los incentivos que conocemos para que emerja un capitalismo. Y luego corregir resultados imprevistos e involuntarios que comprometan la consolidación y desarrollo sostenido de la economía de libre mercado.
- Una economía capitalista depende de instituciones jurídicas y morales que no pueden simplemente decretarse. Deben surgir y lo único que se puede hacer para que ocurra es generar incentivos adecuados en la transición. Pero al final también se requiere consenso cultural. En ausencia del consenso cultural que soporte esos nuevos arreglos institucionales, una transición hacia el capitalismo será fácilmente reversible. Aunque hubiera mejorado claramente las condiciones de vida de todos. Y aunque la reincidencia en cualquier tipo de socialismo nuevamente causase el empobrecimiento material y moral de la mayoría. Porque las personas creen lo que quieren creer, contra toda evidencia.
Me limito a identificar algunas claves que harían posible una transición del socialismo al capitalismo en una economía petrolera como la venezolana. Entendiendo que para el desarrollo que significaría una prosperidad, libertad y diversidad hoy inimaginables en Venezuela, las condiciones políticas y culturales necesarias exceden en mucho la caída del socialismo revolucionario imperante hoy. Y lo que pretende el socialismo opositor es inviable en una economía tan severamente empobrecida.
Las condiciones para el cambio únicamente podemos incentivarlas mediante la investigación, divulgación y debate económico, político y moral –e incluso estético y emocional– que derroten los mitos, prejuicios y vicios que nos que nos condujeron al socialismo; y a los que se aferra todavía gran parte de la población.
Especialmente porque únicamente asumiendo que una transición al capitalismo se adelantara sin distorsiones socialistas-mercantilistas, los cambios en los incentivos que implicarían las dos reformas masivas del esquema petrolero –renta y propiedad accionaria– serían el catalizador de una diversificación descentralizada de la inversión de buena parte de esa renta, en todas aquellas actividades competitivas que un entorno institucional liberal permitiría descubrir a infinidad de personas que ejercerían libremente su empresarialidad, en la identificación de nuevas oportunidades que hoy no podemos siquiera imaginar.
Y es en esas oportunidades no identificadas por la inexistencia del entorno institucional necesario que se encontraría la eficiencia dinámica que saldaría los errores en malinversiones cíclicas con una tendencia de largo plazo al crecimiento. Y corregiría la excesiva concentración de la inversión no petrolera en sectores no transables con la identificación de oportunidades en sectores transables de competitividad equivalente a la petrolera. Todo por la simple búsqueda de ganancias empresariales.
La diversificación eficiente, propia de una economía de mercado terminará por ser mucho mejor respuesta a la inestabilidad de los precios del crudo que la fatal arrogancia de una planificación centralizada en que fondos estatales de estabilización actúan en combinación con planes de desarrollo impuestos por políticos y burócratas, que intentan decidir por todos sin información indispensable que sus propias acciones destruyen. Pero impedir al Estado la manipulación monetaria y limitar a propósitos fiscales prudentes los fondos de estabilización, en el marco de una economía de mercado, resultaría vital para una transición en el que el petróleo todavía sería vital a corto y mediano plazo.