La incipiente dictadura socialista que se impone sobre Venezuela inició una guerra contra los portugueses de las panaderías. Recuerda ominosamente la campaña soviética contra los kulaks. ¿Por qué panaderías? ¿Por qué portugueses? ¿Insensatez, cortina de humo? ¿Chivos expiatorios de lo que ocasiona la política revolucionaria? Un poco de todo. Principalmente “lucha de clases” neomarxista. Algo vital para quienes empujan Venezuela a la miseria inocultable.
- Lea más: Sectores populares de Caracas se rebelan contra Maduro por expropiación de panaderías
- Lea más: Venezuela: dictadura entrega a “delincuentes” panaderías arrebatadas a inmigrantes con décadas de trabajo
Alcanzar la dictadura totalitaria desde un gobierno electo es novedoso para el socialismo revolucionario. Los nacionalsocialistas alemanes lo hicieron. Pocos marxistas lo intentaron tan seriamente como Allende. Fracasos. Hasta que el chavismo en Venezuela se mantuvo más de década y media en el gobierno, en una prolongada bonanza petrolera ya terminada. Y partiendo de una nueva constitución logró, poco a poco, controlar todos los resortes del poder. Cuando finalmente perdió una elección legislativa anuló la Asamblea Nacional. El transito del autoritarismo competitivo al totalitarismo todavía es frágil. Lo conciben porque el colapso soviético fue seguido del ascenso de la teoría cultural de Antonio Gramsci. Marco ideal para replantear experiencias como el nuevo radicalismo de Saul Alinsky.
Y sin embargo, poco ha cambiado. El marxismo es una religión que retoma el criminal fanatismo revolucionario del comunismo milenarista en clave atea de materialismo trascendente. Es justificar la envidia como axioma moral para proclamar el colectivismo por la profecía del revolucionario fin de los tiempos. Su creencia es la voluntad de la materia transcendente en una dialéctica material de la historia. Misteriosas fuerzas materiales de producción y relaciones sociales de producción imponen una voluntad literalmente objetiva. Sin sujeto ni proceso intersubjetivo alguno. Cree en las fuerzas materiales de producción como causa de las relaciones de producción.
Por fe en que esas “fuerzas materiales”, cosas, serían las que determinan la superestructura ideológica, ideas. Se puede creer que cuando las fuerzas materiales de producción superen las relaciones sociales de producción, estas entraran en contradicción con la superestructura ideológica. Las clases sociales serán la encarnación de las fuerzas materiales de producción. Las clases dominantes no piensan, sus cerebros son glándulas que secretan superestructura ideológica –quieran o no– desarrollan la nuevas fuerzas materiales que encarnan otras clases ascendentes. Todo se reduce a la lucha de clases. Los individuos son descartables tuercas y tornillos de la “máquina de la historia”. Los colectivos multiclasistas –nacionales o culturales– son aberraciones antihistóricas que tras ser manipulables hacia la lucha de clases, de una u otra forma, desaparecerán. Todo conflicto será resignificado como lucha de clases.
Reciclaron la vieja táctica del frente popular:
1) Identificar las contradicciones entre los enemigos de clase.
2) Determinar cuál enemigo encarna mejor las fuerzas reaccionarias.
3) Manipular al resto como tontos útiles, aliados o neutrales en la lucha contra ese.
4) Garantizar la dirección al núcleo irradiador del liderazgo revolucionario de las clases desposeídas.
5) Destruir, o declarar destruido, al enemigo de clase del momento.
6) Retornar el punto dos, para re significar otro enemigo, aliado o neutral, como nueva encarnación de fuerzas reaccionarias a ser destruida.
Nuevos nombres para viejas prácticas. Pero requiere más astucia aplicar con éxito la táctica del salchichón (acabar con la oposición una rebanada a la vez) desde un gobierno electo, que desde los impuestos por la ocupación del Ejército Rojo.
La vida diaria bajo el socialismo es absurda y miserable. Los mitos políticos anticapitalistas prepararon el camino enseñando a la población una falsa moral en la que las ganancias son malignas y las perdidas virtuosas. Una ética impracticable e hipócrita termina en que los que ganan robando y estafando por medios políticos y criminales sean admirados. Los que mantienen sus ganancias por las pocas las vías decentes que restan sean calificados de chupasangres. El Estado venezolano en manos de los socialistas de ayer y hoy, ha completado la destrucción de una de las divisas más solidas del planeta hundiéndola finalmente en la hiperinflación.
No es difícil producir la escalada de contradicciones y la crisis permanente que requiere impulsar la lucha de clases hacia el cambio revolucionario desde el poder. Es cosa de destruir el dinero y el aparato productivo. Difícil es llegar al borde del abismo empujando a los “enemigos de clase” sin que la revolución caiga. Culpando a otros de los resultados de las acciones del gobernante mediante censura y propaganda. El enemigo de clase muta. Van varias guerras contra el comercio. Ya son comunes expropiaciones, ocupaciones e incautaciones en campo y ciudades a empresas grandes, pequeñas y medianas. Guerra a la encarnación de turno de la clase burguesa. Y su exterminio, que por ahora es económico, aunque cárcel, extorsión y violencia criminal de inspiración política no falten.
El portugués de la panadería ha trabajado mucho, muy duro y por mucho tiempo. Y ha prosperado. Despierta envidia y resentimiento. En medio de la destrucción depende de tasas de ganancia nominal muy elevadas a corto plazo. Elevadísimas. Las encuentra o se empobrece. En un país en casi todos se empobrecen en medio de la escasez es fácil designarlo el kulak chupasangre a destruir.
Para el marxista es la quintaesencia de la pequeña burguesía, su peor enemigo. En su contra excitará la xenofobia y la envidia. Prejuicios contra las ganancias causan la equivocada furia justiciera de quienes servirán ingenuamente de tontos útiles. A diferencia de pequeños comerciantes chinos y árabes, carece el portugués de dolientes en donde cuenta. Pero al final el ataque a ese “enemigo de clase” nos empobrecerá a todos. Porque no es del altruismo y la generosidad mutuas, bien reservadas a familia, buenos amigos, y muy pocos extraños. Repito, no es de la generosidad del panadero sino de su afán de lucro que obtenemos pan para nuestras mesas, como ya noto Adam Smith. Destruir lo poco que resta de capitalismo amordazado hasta completar el control total del Estado y el extermino, económico, o físico, de los enemigos de clase, eso es una revolución socialista. El resto es propaganda.